
Lodo penitenciario
Gladys Guerra junto a un grupo de reclusas llegan a La Quebrada, cárcel de máxima seguridad de mujeres dirigida por la dura Cecilia Moranzón. Una vez adentro, descubrirán las lógicas de la institución y algunos secretos oscuros en su manejo.

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Por Ignacio Pedraza
El fenómeno que generó El Marginal (2016) modificó la serie con el correr de sus cinco temporadas: dentro del subgénero carcelario, lo que en un primer momento fue un thriller que tenía a Pastor (Juan Minujín) intentando rastrear a Luna (Maite Lanata) dentro de San Onofre, viró hacia un drama que abrazaba a sus cuasi caricaturescos personajes y los ponía de manera situacional en diferentes cárceles. En ese abanico amplio de presencias que logró interpelar a la audiencia, el de Gladys (Ana Garibaldi) no fue la excepción y su arco propició a que tenga más desarrollo: En el barro (2025), spin-off de la serie producida de Underground, sigue a la esposa de Mario Borges (Claudio Rissi) y apunta a la rama femenina.
Como consecuencia de los manejos familiares por fuera del pabellón, Gladys Guerra termina yendo a la prisión de La Quebrada junto a un grupo de mujeres. Antes de llegar al edificio, el escape de una de ellas (Ana Rujas) propiciará la unión entre las restantes –Marina (Valentina Zenere), Yael (Carolina Ramírez), Soledad (Camila Peralta) y Olga (Erika de Sautu Riestra)- en su periplo por la cárcel dirigida por Cecilia Moranzón (Rita Cortese).
La propuesta del realizador Alejandro Ciancio –que cuenta con guionistas como Alejandro Quesada, Omar Quiroga, Silvina Frejdkes y su creador Sebastián Ortega– se acerca más a lo visto en las últimas temporadas de su serie relacionada, donde no tiene una trama bien argumental más que la supervivencia del nuevo grupo en el establecimiento, adentrándose en los grupos de poder y negocios puertas adentro.
Con dichas características el edificio se solidifica como un personaje más, como sucedía en San Onofre o Puente Viejo, para contar con sus lógicas –algo no muy distinto a lo visto anteriormente en el subgénero- y que permita el desarrollo a lo largo de los ocho episodios. Ya sea ante los intereses internos y disputas del poder -con la presencia de Cecilia Rossetto o Lorena Vega– como de los propios personajes de Cortese y Marcelo Subiotto que logran construir un arco realmente desolador y oscuro.
El rasgo que En el barro logra impregnar son algunas nociones de género que su reparto femenino permite abordar: la maternidad, la prostitución, la violencia y desigualdad de género logran ser temáticas evidentes y que se presentan de diferentes maneras a través del elenco coral, permitiendo su desarrollo sin caer en los subrayados y que sean funcionales a las situaciones que viven sus personajes. No obstante, por momentos parece abrazar ese cierre de El Marginal con la parodia de sus propios personajes –Gerardo Romano encabeza esa lista, pero varias participaciones especiales también lo ayudan- sin llegar a ese gran segmento musical con el que remataron el recordado Rissi y Nicolás Furtado, pero sabiendo que la solemnidad queda de lado.
El estreno de Netflix cuenta con la tonalidad que identificó a la serie estrenada nueve años atrás, por lo que sus fanáticos no estarán decepcionados: violencia gráfica, sexo explícito y una composición que permite reconocer de manera clara el universo en el que está inmerso, con una fotografía grisácea de Miguel Abal y Sergio Dolta y la musicalización de Juan Ignacio Bouscayrol que cumplen a la perfección con el estilo ya marcado.
Sin encontrar nada novedoso en el spin-off, Ortega y compañía apuntan a mantener fiel al público que acompañó su propuesta años anteriores y, con una segunda temporada ya confirmada, seguir ampliando los límites de su creación a través de la figura de Gladys Guerra.
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