
The Diplomat. Keri Russell as Kate Wyler in episode 301 of The Diplomat. Cr. Liam Daniel/Netflix © 2025
Más intriga política para Keri Russell y Rufus Sewell
Luego de la cruda noticia que sacudió a la geopolítica, el matrimonio de Kate y Hal Wyler deberán pensar en sus pasos a seguir que permita posicionarlos entre las altas esferas del poder, sin descuidar los recelos de los intereses entrecruzados.

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Por Ignacio Pedraza
El ritmo sólido, serio y sublime de La diplomática (The Diplomat, 2023) siempre repercute en un cliffhanger que nos hace saltar del sillón. No obstante, la serie creada por Debora Cahn podría obviar ese recurso de impacto, porque su viaje es delicioso y rompe un tanto con la vorágine sensacionalista que parece caracterizar a las producciones actuales.
Un año atrás tuvimos una noticia relacionada al presidente norteamericano Rayburn (Michael McKean) sobre el cierre de la segunda temporada que permitía posicionar entre los primeros flashes a su vice, Grace Penn (Allison Janney), quien no tenía la mejor relación con la embajadora Kate Wyler (Keri Russell). Ante estos sucesos, tanto la protagonista junto a su esposo Hal (Rufus Sewell) deberán pensar en qué piezas mover para posicionarse en los nuevos movimientos del gobierno estadounidense.
Distintas vertientes se disparan en el nuevo estreno de Netflix, que explican la complejidad del mundo político –a decir verdad, la política parece imponerse entre estos dos términos que van de la mano pero a la vez son bastante distantes- y que aquellos que han acompañado a la propuesta no se sorprenderán por los múltiples arcos que abordan los ocho episodios, que siguen acontecimientos de las temporadas anteriores pero que cuenta con una abanderada para canalizar todo: el gran personaje de Russell.
Como rasgo distintivo para esta ocasión, la figura de Hal parece salir a la luz, ya no tanto como ese «Lady Macbeth» trabajando de manera imprevista entre las sombras, sino que se posiciona a la altura de su esposa, carreando de manera igualitaria los momentos más destacados de la temporada. Por dicho motivo cabe destacar a Sewell, que a su ya comprobada gran química con la protagonista logra sobresalir individualmente con una dualidad e incertidumbre que lo caracterizan. Asimismo, el matrimonio tendrá un foco principal –con flashbacks utilizados por primera vez en la serie- que estará a la altura de los asuntos argumentales, que en sus catorce episodios anteriores parecía ser primordial.
Tanto en sus aspectos narrativos, más allá de los múltiples nombres en la lista de dirección y guion, como sus atributos técnicos logran mantener el nivel de sus predecesoras, sin innovar y sacando a relucir los pintorescos y elegantes paisajes que han captado la fotografía de Julian Court y Phillip Blaubach. El ritmo novelístico permite algunos mínimos desarrollos, que van desde la propia Penn –es interesante en pensar su relación como espejo a los protagonistas- hasta los ya habituales Eidra (Ali Ahn) o Stuart (Ato Essandoh).
Todo lo elogiado en temporadas anteriores para La diplomática vuelve a destacarse en este estreno: una serie madura, que sabe construir las tramas y los contextos en demasía sin que resulte avasallante –y totalmente justificado-, con personajes que se alejan de lo plano. Y como lo bueno se mantiene, en esta oportunidad también tenemos otro final en suspenso que complejiza un territorio ya de por sí engorroso.
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