Cómplice del engaño
Russ Holliday parecía tener todo para triunfar en el fútbol americano, pero un incidente en el final de un torneo lo dejó sin nada y, para peor, con muy mala fama. Sin embargo, bajo la identidad de Chad Powers, encontrará una nueva identidad y la posibilidad de conseguir lo que perdió.

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Por Ignacio Pedraza
En Cómplices del engaño (Hit Man, 2023), Glen Powell encontró una multifacética labor que le permitió brindar diversos personajes que evidenciaban todo su histrionismo. Bajo las diferentes pelucas y maquillaje, aún quedaba una pendiente: la de Chad Powers: mariscal de campo (2025).
Pero antes de llegar a la nueva estrella, nuestro protagonista es Russ Holliday (Powell), un prometedor jugador de fútbol americano que en un momento crucial del Rose Bowl comete un error y unas cuantas decisiones desafortunadas que ponen a su nombre en el olimpo de la burla. Buscando volver al campo, el mariscal encontrará una oportunidad en la piel de Chad Powers, su nuevo disfraz para enlistarse en las filas de los Bagres de Georgia.
La creación del propio Powell junto a Michael Waldron se basa en los sketchs de Eli Manning –exjugador de dicho deporte que ha implementado el disfraz para esconderse a nivel universitario, aquí ejerciendo de productor ejecutivo junto a su hermano Peyton– para llevar una comedia dinámica de seis episodios apoyándose en la transformación del protagonista, tanto física como mentalmente y observar la metamorfosis a partir de los momentos vividos.
Ante esto, el guion no tiene más pretensiones que llevar a sus personajes al ridículo, con un código que es un tómalo o déjalo desde el inicio –muchos pueden quedar afuera desde el arranque- con guiños a un humor ácido –la primera secuencia ya marca ese tempo- y referencias a la cultura que van por ese camino mordaz. Tanto Powell como Waldron poco hacen por elevar el desarrollo del resto de los personajes, enfocándose principalmente en Holliday.
Respecto a ésta última idea, todo el reparto se pone el overol –u hombreras para esta ocasión- y representan todo el tono disparatado que ofrece la serie, que más allá de ser plano o no conocer en profundidad sus características es funcional a la figura principal. Todos ellos a excepción de dos: tanto Ricky (Perry Mattfeld) como Jake (Steven Zahn), los entrenadores del equipo, logran tener su espacio; la primera como sostén maduro y equilibrado ante tanta locura, mientras que el segundo representando la presión del deporte como lo fue el Tony D´Amato de Al Pacino.
Estas características nos permiten pensar en un producto que puede homenajear a producciones noventosas de la pantalla chica, hay ciertos pasajes de la fotografía de Mark Schwartzbard y Jeffrey Waldron, y la grandilocuente musicalización de Natalie Holt que juegan con esto, que no abunda en vertientes que pueden sentirse estiradas ni con una mirada más problematizadora del asunto –parece correr en otro sentido a lo abordado por Ballers (2015)- y el enganche pasa por el mero entretenimiento del protagonista.
Con un cierre que permite pensar en más, y algunos giros interesantes que mantienen latente el gran secreto que esconde Russ, la nueva serie de Disney+ permite verse de un tirón y devorarse la locura que ingenió Powell, con una buena incursión del actor en la pantalla chica –sus últimos años se volcaron para el cine- y que evidencia el carisma que tiene.
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