El Multiplex Belgrano es la sede de estos diez días
La edición número 26 del Buenos Aires Rojo Sangre se realiza del 20 al 30 de noviembre y presenta estrenos internacionales, nuevas películas argentinas, clásicos de aniversario, actividades gratuitas y una versión online.

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Por Gastón Dufour
Si hay algo para recomendar en la programación de este viernes en el Buenos Aires Rojo Sangre es este pequeño recorrido en el que tres películas exploran, cada una a su manera, la tensión entre identidad, memoria y supervivencia. Un itinerario que conviene seguir en orden, porque la mutación —en sentido literal o emocional— atraviesa todas las funciones.
A las 16.00 horas se presenta Pig That Survived Foot-and-Mouth Disease, del surcoreano HUR Bum-wook, lo que funciona como un arranque inesperado. No es una fábula ni un ejercicio de provocación, sino un relato donde la metamorfosis deja de ser metáfora y se convierte en ley interna. Un cerdo que decide volverse humano para no ser descartado, y un hombre que opta por abandonar su humanidad para dejar atrás la condena de una vida marcada por el abuso: dos movimientos que avanzan en direcciones opuestas pero comparten la misma urgencia. La animación de HUR —potente sin necesidad de subrayados— expone que la identidad no es un punto fijo, sino un territorio donde el cuerpo y la voluntad chocan hasta producir algo nuevo. Como inicio del día, propone una lectura incómoda sobre lo que significa sobrevivir en un mundo que define a sus criaturas por su utilidad.
A las 20.00 horas veremos The Other People, ópera prima de Chad McClarnon, quien desplaza la pregunta hacia el espacio doméstico. Un pueblo atravesado por desapariciones, una familia que intenta rearmarse y una casa donde lo cotidiano parece ocupado por presencias que conocen demasiado bien a sus habitantes. McClarnon juega con la lógica del home invasion, pero lo hace desde adentro, como si la invasión fuera emocional antes que física. El vínculo entre Abby y el niño que vive oculto en los rincones de la casa es el acceso al misterio central: los secretos no explican el horror, lo sostienen. Greenwood y Johnson trabajan la inquietud sin apoyarse en golpes de efecto; lo que perturba es la idea de que nada de lo que habitan les pertenece del todo.
A las 22.00 horas se presenta Los ojos del abismo, de Daniel de la Vega, que cierra la jornada con una propuesta que combina delirio bélico y horror metafísico. Una mujer despierta en un navío tomado por la muerte, sin memoria y sin brújula emocional. La estructura fragmentada no es truco narrativo: es el modo en que la película piensa el trauma. Los soldados que irrumpen, los cuerpos esparcidos y las imágenes que se repiten como ecos conforman un paisaje mental donde la guerra insiste incluso cuando ya no hay enemigo. De la Vega reafirma aquí su capacidad para moldear una pesadilla visual que no busca respuestas sino resonancias.
Tres funciones que no dejan un mensaje cerrado, pero sí una sensación clara: en el BARS de este año, la identidad se resquebraja para mostrar lo que queda cuando ya no hay forma posible de volver a ser lo que éramos.
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