El susurro fue la gran ganadora del año
La 26ª edición del Buenos Aires Rojo Sangre ratificó su potencia como el refugio indispensable del terror, lo fantástico y lo bizarro en Latinoamérica.

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Por Gastón Dufour
Con 135 funciones, salas llenas y un entusiasmo sostenido durante once días, el Buenos Aires Rojo Sangre combinó hallazgos internacionales con una presencia nacional sólida y protagónica.
Entre los largos internacionales, el gran triunfador fue El susurro de Gustavo Hernández Ibáñez, que obtuvo mejor película y mejor dirección. En ese mismo terreno, Los ojos del abismo se convirtió en la producción argentina más celebrada: mejor actriz (Verónica Intile), mejor guion, mención especial de dirección, premio Fantlatam y premio Argentores. Una consagración que confirma su ambición narrativa y su tratamiento singular de la memoria vinculada a Malvinas.
El cine español también tuvo su espacio con Luger (mejor actor) y Disforia, ganadora en la Competencia Iberoamericana. Por su parte, El llanto del perro se consolidó como uno de los títulos regionales más sólidos, sumando premios en guion, actuación y montaje.
Dentro de la competencia argentina, el premio mayor fue para Hiperrealidad, mientras que Ojos verdes rojos malditos dominó dirección y guion. Qonoq: lo que comemos nosotros, se destacó en fotografía y dirección de arte; y Godzilla en Santa Fe sorprendió en montaje.
En cortos, el premio internacional fue para Filther y el nacional para R12, con menciones que mostraron la diversidad estilística del formato. El público, en tanto, volvió a elegir a La Frecuencia Kirlian, confirmando el fenómeno de Cristian Ponce.
Para quienes siguieron las actividades paralelas, el festival también ofreció sorpresas fuera de competencia, como la proyección en 16 mm de un episodio de Hijitus, una joya del patrimonio animado argentino que se robó aplausos. Títulos como Hotline —thriller urbano de pulso seco— y la exhibición especial de El vengador tóxico, ícono absoluto del cine exploitation, completaron una edición amplia, vibrante y fiel a la esencia del BARS.
Durante once días, el Buenos Aires Rojo Sangre volvió a convertirse en el festival de quienes buscan lo mejor del género.
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