
¿Ryan Reynolds y Hugh Jackman salvan el Universo Marvel?
LUEGO DE VIAJAR REPETIDAS VECES EN EL TIEMPO PARA ARREGLAR DIVERSOS INFORTUNIOS, WADE WILSON SE VE ENVUELTO EN LAS CONSECUENCIAS DE SUS ACTOS, QUEDÁNDOSE SOLO CON UNA ALTERNATIVA PARA PODER SALVAR AL MUNDO: UNIRSE A WOLVERINE, CUESTE LO QUE CUESTE.

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Por Lucas Soto
Frente a una cruz de troncos improvisada que descansa sobre un cúmulo de piedras, lugar en dónde Laura se despide de la única figura paterna que tuvo en su corta vida, el final de Logan como también de Hugh Jackman personificando al mutante era contundente. Luego de diecisiete años, James Mangold cerraba con moño de terciopelo la historia del superhéroe más sufrido y solitarios del Universo Marvel. Pero la obtención de los derechos por parte de Disney tenía otros planes. Contando también con los demás mutantes -cuya franquicia parece haberse estancado en la lamentable Dark Phoenix– la casa del ratón decidió buscar en el fondo del cajón de Fox por una opción mucho más entrañable.
Con dos películas en su haber, cada una con recaudaciones que quintuplican el presupuesto inicial, Kevin Feige y compañía se abocaron en continuar las aventuras de Deadpool, el antihéroe definitivo de la comiquería. Es así que tras las continuas decepciones del UCM, tanto en cine como en plataformas, y luego de algunos aciertos que demostraron el entusiasmo de los fanáticos por una apuesta más madura y nostálgica, la excusa para juntar a ambos personajes estaba más que servida. Solo quedaba camuflar ese pretexto en un espectáculo visceral, algo que no es tarea fácil.
Tras producir y dirigir decenas de películas que se abocan a la espectacularidad familiar, tal como la trilogía de Una noche en el museo y la enorme Gigantes de acero, Shawn Levy demostró las aptitudes necesarias para construir la nueva montaña rusa del universo marvelita, aún más luego de realizar sus últimas dos producciones junto al mismísimo bocazas: Ryan Reynolds. Con los sables sobre la mesa y las garras desempolvadas, y con un director capaz de empuñar semejantes armas, solo faltaba la frutilla del postre. Bueno, muchísimas frutillas.
Lo que parecía un epílogo que remataba con broche de oro la secuela, es tan solo la punta del iceberg en esta tercera entrega, ya que los diversos viajes en el tiempo que Wade realiza para corregir alguna que otra desprolijidad repercute directamente en la AVT (Autoridad de Variación Temporal), la organización a cargo de que las diversas líneas temporales del multiverso funcionen correctamente.
Luego de que el Sr. Paradox (Matthew Macfadyen) le muestre al héroe el centro de operaciones, la oportunidad de cambio no tarda en presentarse: Deadpool, Wade, tiene la posibilidad de usar todo su potencial por un bien mayor. Aunque no en su mundo, el cual está al borde del colapso. ¿El motivo? La falta del Anclaje, aquel ser clave cuya existencia, en ese universo en particular, es fundamental para que la línea temporal sobreviva. ¿El paradero? Sepultado bajo un cúmulo de piedras y una cruz que alude al último Hombre X.
Sin más preámbulos, la puerta hacia múltiples dimensiones se abre, y con ella la participación de un centenar de caras conocidas del basto universo cinematográfico superheroico de la 20 Century Fox. Pero Deadpool & Wolverine no es solo un festival de cameos que justifican su existencia con tal de sacar alguna que otra carcajada, es también sobre dos héroes que, a pesar de que sus intenciones fueron buenas, aunque algo sangrientas, el mundo los desterró como parias. Es responsabilidad de ambos unir fuerzas para salvar al universo, como también lo que queda de ellos. El tiempo hablará sobre cómo los aciertos y errores de la película la perjudican en su posterioridad, pero algo es seguro: el viaje es digno de vivirse.
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