El regreso de los tipos malos
Tras la muerte de Carmine Falcone, Oz se propone convertirse en el criminal más importante de la ciudad y darle a su madre la vida que siempre le prometió. Sin embargo, deberá enfrentarse a nuevos y viejos enemigos, además de su propio apodo, El Pingüino.
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Por Ignacio Rapari
El Pingüino (The Penguin) no solo implica un gran punto intermedio en el universo creado por Matt Reeves en The Batman (que continuará con la ansiada Parte 2 en 2026), sino también una notable propuesta que entiende qué es la villanía y cómo desarrollarla. La serie, que tiene como showrunner a Lauren LeFranc, comienza directamente con los acontecimientos que enfrentó el Hombre Murciélago, interpretado por Robert Pattinson, al final de su película en solitario: la destrucción del malecón de Gótica.
Frente a una ciudad arrasada por las aguas, en la que la delincuencia busca reinventarse —y aprovecharse— tras la muerte de Carmine Falcone (interpretado previamente por John Turturro y ahora por Mark Strong), Oswald «Oz» Cobblepot (Colin Farrell) intenta tomar el control del imperio criminal.
Claro que no será del todo fácil. Algunos imprevistos, como el regreso de Sofia Falcone (Cristin Milioti) tras su paso por el Asilo Arkham, harán que la búsqueda de Oz esté llena de obstáculos que deberá resolver episodio tras episodio. Obviamente, estas peligrosas adversidades escalarán hasta un punto en el que veremos de qué es verdaderamente capaz el villano protagonista.
Uno de los grandes logros de El Pingüino es atreverse a demostrar que el mainstream no necesariamente tiene que ser sinónimo de comodidad o tibieza. Si bien se trata de una serie que transita varios de los lugares comunes que hemos conocido en reconocidas propuestas criminales (desde las «scorsesianas» hasta Los Soprano), eso no implica que no explore a fondo las posibilidades que ofrece el notable villano compuesto por Farrell.
En ese sentido, el proceso de empatía hacia el protagonista no se construye a través de la victimización (principalmente basada en pasados traumáticos) ni de la existencia de figuras aún peores que él. En tiempos donde icónicos villanos como Venom, Joker o Cruella, entre otros, han devenido en antihéroes, este notable spin-off asume que un héroe como Batman, quien transformó su deseo de venganza en una búsqueda de esperanza, debe enfrentarse a antagonistas cada vez más sumidos en la oscuridad.
En definitiva —y eso queda en evidencia tanto al final de la película dirigda por Reeves como al cierre de esta serie—, la lucha entre el bien y el mal debe construirse a través de extremos que no den lugar a grises. La revelación del Encapotado durante la destrucción del malecón de Gótica y una brutal decisión del Pingüino en el último episodio dejan en claro que en este universo la dualidad entre héroe y villano no solo es insalvable, sino que se alimenta de sus diferencias más extremas.
Mientras Batman busca reconstruir Gótica desde las ruinas, guiado por una visión de justicia y esperanza, el Pingüino reafirma que su camino está marcado por la ambición, la violencia y una falta total de escrúpulos. Es precisamente esa contraposición lo que eleva a El Pingüino como una pieza clave dentro de este atractivo universo que llegó para poner algo de orden en DC y recordarnos que, en el corazón de toda gran historia, los villanos deben ser tan fascinantes como los héroes que los enfrentan.
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