El lujo es vulgaridad
Carl y Yaya, pareja de influencers, acude invitada a un crucero de lujo cuyo capitán se niega a saludarlos. La situación da un giro inesperado cuando una tormenta brutal azota la embarcación.
Por Ignacio Pedraza
El jurado de Cannes quiso ir más allá de lo generado el año pasado con el premio a Titane (2021) y dobló la apuesta al posicionar a El triángulo de la tristeza (Triangle of Sadness, 2022) con la Palma de Oro. Llamando la atención de propios y extraños, la nueva película de Ruben Östlund se posicionó entre las producciones más destacadas del año donde posteriormente quedó nominada entre las diez mejores películas para el Oscar.
Dividida en tres capítulos, la comedia sigue a una joven pareja de modelos e influencers compuesta por Carl (Harris Dickinson) y Yaya (Charlbi Dean), quienes tras varios tropiezos laborales y crisis amorosas deciden pasar unos días en un lujoso crucero. Junto a un amplio abanico de personas pertenecientes a la clase alta y los empleados del yate, los protagonistas pasan los días disfrutando de los beneficios del viaje, hasta que una continuidad de malas decisiones sumado a desfavorables condiciones climáticas producen lo peor.
La película es una clara sátira a la sociedad repleta de críticas al sistema, algo habitual en la filmografía de su realizador, quien ya se alzó con el premio mayor del festival francés en 2017 con The Square, otro proyecto que retrataba las miserias sociales con fuerte contenido juicioso a través del humor. En este caso, el código ofrecido por el director sueco está repleto de simbolismos e ironías para degradar a sus personajes.
Ningún colectivo, clase o género queda expuesto de esto: en un primer momento –totalmente alejado a lo que la trama desarrollará minutos después- el énfasis está puesto en el mundo de la moda y las normas sociales relacionadas al género y más particularmente a la caballerosidad. El cambio a las aventuras en el mar es total, donde nos encontramos con el resto del reparto en escena y plena interacción, con diálogos inverosímiles propias de la propuesta en la pantalla. Las miserias humanas se notan en la superficie sin ningún tipo de bruma, con personajes detestables y representantes de todos los pecados por haber.
Quebrándose el relato con el accidente, la comedia toma elementos de la obra de William Golding para seguir retratando los males sociales, con mayor énfasis en el rol de la mujer, del hombre y precisamente sobre las desigualdades de clase y poder. Tomando algunos personajes más fuerzas que otros, la connotación sexual y los recelos dentro del grupo también se hacen presentes.
Los personajes de Dickinson y Dean sirven –principalmente en el segundo capítulo- como testigos dentro de la pantalla sobre lo que vemos para retratar de manera burda al resto; hasta que los dos jóvenes están envueltos en las propias lógicas que lleva la trama. Asimismo, ambos actores realizan un gran trabajo dentro del reparto, donde si bien el nombre de Woody Harrelson es el más distinguido solo cuenta con breves participaciones, destacándose un diálogo ideológico con Dimitry (Zlatko Buric). Sobre el cierre, inevitablemente quien más se lleva los aplausos es Dolly de Leon con el destape de su Abigail.
Con una música tenue que acompaña las aventuras y deja espacio al suspenso, junto a un mínimo movimiento de cámara durante las extensas escenas que permite vislumbrar la puesta en su totalidad, El triángulo de la tristeza llama la atención por la construcción de un código bastante singular pero que con una temática abordada que tiene antecedentes recientes, como The Menu (2022) o The White Lotus (2021), con un tratamiento más cercana a la primera.
TÍTULO: El triángulo de la tristeza
TÍTULO ORIGINAL: Triangle of sadness
DIRECCIÓN: Ruben Östlund
GÉNERO: Drama. Comedia.
ORIGEN: Reino Unido, Francia.
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