30 de julio de 2025
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El poco ortodoxo jugador vuelve de la mano de Netflix

Luego de posicionarse como uno de los mejores jugadores del golf y disfrutar de la fama, una tragedia alejará a Happy del mundo del deporte y caerá en un pozo depresivo del que no podrá salir, hasta que la obligación como padre lo hará salir nuevamente al green.


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Por Ignacio Pedraza

Al recorrer la vasta filmografía de Adam Sandler, y aún más en lo que refiere a su vertiente más cómica o comercial de sus trabajos, Happy Gilmore (1996) ha marcado ese camino que lo ha posicionado entre las caras más visibles del género –no por nada el nombre de su productora, Happy Madison, tiene un cincuenta por ciento de referencia al film-. Y si bien con el correr de las décadas ha construido otros clásicos o parejas protagónicas recordables, no todos sus trabajos han logrado la misma simpatía, por lo que el anuncio de la vuelta del singular jugador de golf en Happy Gilmore 2 (2025) ha sido una sorpresa y una alegría para sus fanáticos.

Esta vez bajo la dirección de Kyle Newacheck –reemplazando a Dennis Dugan, mientras que el propio Sandler escribió el guion junto a Tim Herlihy– la comedia de Netflix nos trae a Gilmore treinta años después, con una voz en off del propio protagonista relatándonos lo que sucedió todo este tiempo: gozó de su fama en el golf, logró varios Tour Championship más y formó una familia de cinco hijos junto a Virginia (Julie Bowen). Sin embargo, la exposición inicial nos indica también que una tragedia lo alejó del deporte, perdió toda su fortuna y cayó en la
bebida.

En una mala situación, y hasta con cierta fobia de agarrar los palos por la aparición de viejos fantasmas, Happy hace lo posible por mantenerse a flote trabajando en un supermercado. Cuando se presenta la oportunidad de darle un mejor futuro a su hija Vienna (Sunny Sandler), nuestro jugador favorito volverá a pisar el green en busca de llegar nuevamente a la grandeza.

Con todas las características de los proyectos de este tipo de Sandler, la secuela logra una narrativa que homenajea a la producción de veintinueve años atrás y a la vez ofrecer una simpática historia propia de los films más logrados del cómico. Salvando las enormes distancias con lo visto este año en la última aventura de Ethan Hunt, es interesante pensar en cómo ambos largometrajes logran evidenciar ese doble trabajo en traer a flote lo que logró casi tres décadas atrás –con múltiples flashbacks para atraer aquel no tan memorioso de lo anterior, y retomar la furiosa característica de él que se enriquece con las interacciones familiares- y a la vez no caer en el mero reconocimiento.

Hay otra coincidencia con el trabajo del FMI, y es luchar contra la banal modernidad o avances tecnológicos no siempre productivos: el nuevo estreno de Netflix, además de desarrollar el recorrido del propio protagonista, también cuenta con la misión de salvar el golf tradicional, ante las alocadas innovaciones que propone Manatee (Benny Safdie) –que algo de dicha idea se observó en Space Jam 2 (2021)-. Con la irrupción de reconocidos golfistas y una gran vuelta de “Shooter” McGavin (Christopher McDonald), Happy y compañía deben combatir contra ello donde inevitablemente convierte al tercer acto en lo más bizarro de la propuesta.

Respecto a la tonalidad, el largometraje cuenta con el código esperado, con gags más logrados que otro y participaciones especiales que corren la misma suerte –queda la sensación de una Bowen desaprovechada, sin explotar la química ya comprobada con el protagonista, pero a la vez se destaca las afables apariciones de Ben Stiller o Benito Antonio Martínez Ocasio-. En dicho tono, lo más llamativo pasa por el interesante arco argumental de Gilmore, que cuenta con un sube y baja emocional pronunciado pero que no resulta chocante, siendo uno de los tratamientos más cuidado para un personaje de Sandler.

La fotografía de Zak Mulligan y la musicalización de Rupert Gregson-Williams logran adentrarnos a las mismas lógicas del film de 1996 y sus huellas son claras. Sin caer en la pura nostalgia el nuevo trabajo es más que destacable, cumpliendo con aquellos que extrañábamos estos trabajos que nos ofrecía el humorista.


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