Influencers angelicales
La joven Maia intenta hacer su nombre en Los Ángeles a través de la agencia de representación de Alyssa. Cuando su vieja y polémica amiga Tallulah llega a la ciudad, su ambición la llevará a modificar sus relaciones, tanto laborales como personales.

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Por Ignacio Pedraza
Hay un hilo muy fino en I Love LA (2025) entre el tratamiento mirando su propio ombligo y retratando cuestiones que pueden estar más interesados el propio círculo de Rachel Sennott –quien crea, escribe, dirige un par de capítulos y protagoniza- y una denuncia a la industria y cierto mensaje aleccionador sobre la superficialidad y la ambición. Usted elige si decide adentrarse desde la comedia más “liviana” o desde un manifiesto de la joven artista.
Maia (Sennott) intenta abrirse paso en la sofocante ciudad representando influencers y creadores de contenido en la agencia de Alyssa (Leighton Meesser), codeándose entre la bohemia vida junto a sus amigos Alani (True Whitaker) y Charlie (Jordan Firstman) y una más casera junto a su pareja Dylan (Josh Hutcherson). Esa rutina se verá afectada ante la irrupción de Tallulah (Odessa A´zion), una vieja amiga de la protagonista e influencer con una cuestionable fama.
Pero como demuestra la nueva serie de HBO, el cómo poco importa y lo que más se valora es la cantidad de seguidores y estar en el boca a boca, y eso el personaje de A´zion cumple a la perfección; por lo que las dos jóvenes entrarán en una asociación que permita hacerlas avanzar en ese coqueto mundo. Más allá de ciertos recelos entre ellas –que rápidamente parecen solucionadas-, el “win-win” de la sociedad las hará llevar a situaciones desternillantes.
Los ocho episodios dirigidos por Sennot, Lorene Scafaria, Bill Benz y Kevin Bray intentan representar la vida glamorosa y líquida de los famosos y de quienes están a cargo de los hilos de los más reconocidos en redes sociales, evidenciando que la industria ha cambiado y ya no importa tanto lo audiovisual en una pantalla –en realidad sí, pero la del celular-. La tonalidad chic no difiere a lo de ciertas series –Lena Duhman trajo este año Too much y también tuvimos una nueva temporada de Envidiosa– para retratar cuestiones modernas de la sociedad, de la juventud más particularmente y también de la industria –en este sentido, Hacks parece hacerlo de manera más sobria-.
La frivolidad parece invadir todo el proyecto, donde no hay mucho espacio para momentos de redención y todo se vuelve una rosca que no lleva a otra situación más que de comicidad y aventuras lujosas. Sobre esta idea, no hay muchas modificaciones en los personajes durante sus travesías –cabe destacar que el reparto está muy bien en ese altísimo registro-, con el riesgo de volverse insoportables. No obstante, hay un arco que da cierto respiro a esa vorágine somero, y es cuando la trama se vuelca hacia los distintos caminos y perspectivas que tienen Maia y Dylan, proponiendo en éste último el personaje más terrenal.
Con una fotografía de Adam Silver y Andrew Rydzewski que logra sacar a relucir los atributos coloridos de la ciudad, y contar con buenos pasajes en su registro gracias a los ámbitos modisticos en los que deambulan, la serie encontrará un nicho de fans que la disfrutarán por los códigos impuestos que otras producciones han sabido imponer, y la adrenalina y ansiedad de sus personajes van a tono con ello. Por otra parte, y más allá de destacar la pluma de Sennott que ha sabido construir buenas historias, a I Love LA le falta pisar un freno para lograr la empatía con sus personajes.
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