15 de abril de 2025
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Exilio clerical

Luego de un trabajo fallido, el gánster Paulo escapa de Chicago y en una sucesión de eventos infortunitos, termina siendo el reverendo de un pueblo australiano.


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Por Ignacio Pedraza

Las dos primeras escenas de Irreverent (2022) nos detallan en exactitud la idea por la que quiere situarse la serie. Un cura siendo comido por un cocodrilo. Corte escena. Una secuencia en un estacionamiento digna de cualquier proyecto de acción. Dicha dualidad es por donde intenta navegar la creación de Paddy Macrae, pero la balanza parece inclinarse más al absurdo.

La historia de Paulo (Colin Donnell) comienza como un implacable ladrón en Chicago. Cuando un trabajo termina mal, el protagonista, tras una sucesión de hechos desdichados que incluye a Mackenzie (P.J. Byrne), se convierte durante el escape en el nuevo reverendo del pueblo de Clump, en Australia.

Desde el otro lado del mundo, Paulo deberá tanto solucionar sus problemas como mantenerse en el radar bajo ante la búsqueda de su paradero por parte de gente pesada. En el mientras tanto, conocerá sobre las vivencias de una ciudad que parece perdida en el mapa e intentará que nadie sospeche de su doble identidad.

A lo largo de los diez episodios, la reminiscencia a Barry (2018) parece ser inevitable, en ese aspecto de sujeto en tiempo y lugar equivocado y con una doble personalidad, accidentalmente, proporcionalmente opuesta. Sin embargo, Macrae –junto a los directores Lucy Gaffy y Jonathan Teplitzky– no ahonda en la comedia negra ni en el drama existencialista, sino que apunta a una comedia –no hay tanto género camuflado- más pasatista, superficial y situacional.


Apenas conocemos del personaje de Donnell, pero eso poco importa. Por donde más se enriquece la serie es en las situaciones que vive en costas australianas y cómo convive con los habitantes del pueblo, caracterizados a la perfección para el género y que le dan una impronta más optimista; ya sea Amy (Briallen Clarke), Piper (Kylie Farmer) o la dupla juvenil compuesta por Daisy (Tegan Stimson) y Cameron (Ed Oxenbould). Sobre esta idea se apoyan los aspectos técnicos, con la colorida fotografía de Murray Lui de los simpáticos arrecifes y las afables melodías en la musicalización de David Hirschfelder.

De hecho es llamativo cómo la trama principal, por la cual deviene en el arribo de Paulo a costas oceánicas, parece corrido a un lado para conocer la lógica de Clump y ahondar en la metamorfosis de sus personajes –a la vez, más allá del carisma de Donnell, su pétreo asesino nunca parece tal y las modificaciones brillan por su ausencia- es la regla, donde apenas en el final el terreno se vuelve más rígido. Por su parte, la matriz troncal se la lleva el personaje de Byrne –con la aureola de alivio cómico en el proyecto-, donde su periplo trae consecuencias.

Si uno espera a la propuesta de Universal+ como un estreno más situado en la comedia, no se llevará ninguna sorpresa y de hecho podrá disfrutarla. Lo que cabe destacar es que su escena inicial esperando violencia brilla por su ausencia –más allá de alguna que otra amenaza para un futuro del que no habrá- y el protagonista parece asemejarse al Barry Berkman de Bill Hader pero como un primo lejano, al igual que el tono que propone su creador.


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