La anti-niñera de Fran Drescher
Atormentada por su neurosis y responsabilidades como madre, Caitlin decide contratar como niñera a la joven Polly. Con el correr de los días, los avances en la relación darán paso a inquietudes y viejos secretos guardados.

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Por Ignacio Pedraza
“Marge está loca, loca, loca” era un episodio de Los Simpson donde la madre de la familia sufría paranoia ante la figura de la joven Becky, acusándola de querer entrometerse en su familia y reemplazarla. La principal referencia del vigésimo primer capítulo de la onceava temporada era La mano que mece la cuna (The Hand Thats Rocks the Cradle, 1992), película de Curtis Hanson que, si bien no se puede catalogar de culto, despertó interés en la década del 90 y logró resaltar su nombre entre las propuestas de suspenso pasatistas, adentrándose en la cultura popular. En busca de renovar el provecho por la historia, este año tenemos una nueva versión de la mano de la directora Michelle Gaza Cervera que se estrenó a través de Disney+.
En esta ocasión tenemos a Caitlin (Mary Elizabeth Winstead), una preocupada madre que ante ciertos problemas de depresión, escudriñados por las responsabilidades maternales, decide contratar a Polly (Maika Monroe) como niñera para sus dos hijas. Luego de las primeras semanas de trabajo, la relación entre la joven y la familia parece establecerse de buena manera, hasta que ciertos sucesos ponen en jaque el rol de la cuidadora; principalmente para la madre, que permite el debate sobre si es paranoia de ella o si hay algo realmente siniestro.
Para aquellos que tienen presente el largometraje de hace 33 años sabrán por donde va la interacción entre ambas figuras. El guion de Micah Bloomberg y Amanda Silver se esfuerza principalmente en la creación de suspenso y los sutiles movimientos de sus dos protagonistas, intentando dar tenues pasos en la construcción de la trama para lograr dar la explosión esperada.
Esta última idea parecería no lograrse, y que podría pensarse por diversos motivos: más allá de ese plano inicial relacionado al fuego, que sirve como guiño al espectador, la cuestión de paranoia por parte de Caitlin no logra posicionarse como temática principal –hay sutiles referencias a su personalidad, no del todo profundizado y a fin de cuentas es una especie de lo que vimos en el último film de Keira Knightley, donde la cuestión de perspectiva servía solo como obstáculo – y sabemos que la joven guarda algo bajo la manga.
A fin de cuentas, algunas apostillas presentes en la obra de 1992 acá no se hacen tan presentes y terminan logrando un terreno más plano al conflicto, un toque más sutil pero sin tantas aristas que volvían más complejo el asunto –hay personajes totalmente borrados, y algunas secuencias quedan solamente en referencias-. Allí es donde se nota más los objetivos del guion, apuntados principalmente en los personajes de Monroe y Winstead pero desde una arista más solemne –no en el buen sentido, apoyado por la apagada fotografía de Jo Willems– y psicológico.
Si bien puede ser La mano que mece la cuna una propuesta llamativa dentro del catálogo, y su mote de estreno sugerir su consumo durante estos días, la adaptación hace un esfuerzo por no copiar el film original, pero que no presenta mejorías y, por el contrario, resulta insustancial tras su proyección.
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