Una comedia política a muchos decibeles
Los agentes Gordon y Hunt son llamados desde la mismísima casa de gobierno para una encubierta misión que logre la reelección de Nixon. Miniserie basada en el escándalo de Watergate.
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Por Ignacio Pedraza
Hace unos años tuvimos una enorme serie encabezada por la gran Julia Louis-Dreyfus como fue Veep (2012) donde la sátira política resultaba jocosa y su coincidencia con la realidad le daba mayor entidad debido a su inteligencia para trazar dicho paralelismo. Pero siempre estaba claro que las ambiciones de Selina Meyer eran ficticias.
Ahora bien, a lo largo de la historia –en diferentes latitudes- contamos con sucesos realmente hilarantes que cualquier segmento de la creación de Armando Iannucci parecía ser un reflejo. El caso más actual es Los plomeros de la Casa Blanca (White House Plummers, 2023), la nueva miniserie de HBO basada en hechos reales retrata uno de los casos más reconocidos en las páginas políticas de Estados Unidos: Watergate.
Pero esta vez, a diferencia de otras producciones que trataron la temática a través de la investigación periodística –siempre resaltando Todos los hombres del presidente (All The President´s Men, 1976)-, el foco de la creación de Alex Gregory y Peter Huyck –bajo la dirección de David Mandel– está puesto en los responsables de que la olla se destape y que, accidentalmente, impulsaron la salida de Richard Nixon de la presidencia.
Todo lo que resulta descollante de la serie sobre la vicepresidenta estadounidense acá se ve duplicado, y sumado a los aspectos de espionaje donde circulan los agentes Gordon Liddy (Justin Theroux) y Howard Hunt (Woody Harrelson), sumado a la caracterización de estos dos protagonistas que no parecen particularmente salidos de las páginas de Ian Fleming, más allá de un pasado impecable de dichos espías –apenas nombrados- que parecen no encontrarse en su mejor momento
Sin caer en los rasgos de una biopic, la historia basada en el libro homónimo de Bud Egil y Matthew Krogh, más allá de abarcar el escándalo, hace hincapié y retrata los aspectos personales de sus autores –o los líderes de ese incapaz equipo-. La familia de ambos, sin llegar a imponerse, son personajes destacados en la interacción con los protagonistas y buscan darle un rastro de humanidad, de manera retorcida. Escasamente Lena Headey, Kiernan Shipka y Judy Greer dan algo de sensatez en esa vertiente, contra lo descomedido de los hijos de Hunt interpretados por Zoe Levin y Liam James.
Es que lo excesivo y desproporcionado de la comedia y dualidad de géneros es lo que caracteriza a la miniserie, y puede volverse un factor negativo del proyecto. Cuesta encontrar diálogo sin grito de Harrelson y la excentricidad es la marca del personaje de Theroux, con un costado humorístico donde lo irreverente pasa a ser cuestionado. Hay un buen intento por parte de sus creadores de generar un producto distinto retratando de manera sátira una trama con varios antecedentes. Sin embargo, el equilibrio no es una peculiaridad en este caso y cuesta adentrarse en la gravedad del asunto, donde los costados dramáticos –y el clímax- también son tratados con superficialidad.
Con un mensaje previo como precaución, informando que lo que irradia principalmente es una comedia–y no con una gracia muy sobria-, puede servir para prevenir lo que estamos por ver y disfrutar aún más de la historia de cinco capítulos de Los plomeros de la Casa Blanca. Tras dicha antesala, el consumo puede ser interesante con buenos archivos de la época –hasta la presentación de Home Box Office se pone en tono- que nos adentra en un contexto específico.
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