Espejo que da un reflejo distorsionado que no soy yo
La apática Eileen pasa sus días en el gélido Nueva Inglaterra trabajando en la prisión del pueblo y cuidando a su problemático padre. Su rutina tendrá un cambio rotundo con la llegada de la psicóloga Rebecca, quien hará florecer deseos y ambiciones en la joven.
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Por Ignacio Pedraza
Los logos viejos de Universal y Focus sirven para adentrarnos desde un primer momento en la búsqueda del nuevo trabajo de William Oldroyd: la estética sesentista está desde el comienzo para rememorar el cine de Hitchcock y una trama de suspenso que invierte en la incertidumbre.
Eileen (Thomasin McKenzie) disfruta del goce ajeno, ya que está lejos de disfrutar lo propio: cuida de su padre (Shea Whighman) violento y alcohólico, y no es valorada en sus tareas administrativas en la prisión del pueblo. Sin embargo, todo lo que ambiciona se reflejará con la llegada de la nueva psicóloga Rebecca (Anne Hathaway), mujer moderna y que pone en jaque los roles establecidos en la época.
En Mi nombre era Eileen (Eileen, 2023), la interacción entre las dos protagonistas es el foco de la cuestión, pero todo bajo un manto de suspenso que despierta interés en su más de hora y media de duración. El thriller logra construir de manera apaciguada y simbólica los deseos, miedos y aspiraciones contenidas del personaje de McKenzie, que contrasta con la seguridad de Hathaway, y el film se enriquece a través de dicha dualidad.
El trabajo de Oldroyd remite en ciertas medidas a Carol (2015), principalmente por la relación de las dos mujeres y una propicia ambientación –en este caso, la fotografía de Ari Wegner nos adentra directamente a la época narrada con una imagen notable-, pero a diferencia de lo visto en lo protagonizado por Cate Blanchett y Rooney Mara, lo sucedido en Boston se aleja del drama y hace énfasis en el suspenso.
Su realizador, junto al guionista Luke Goebel y la autora de la novela homónima Ottessa Moshfegh, tenían el desafío de concretar todo el espeso ambiente creado; o por lo menos que no flaquee en su tercer acto. Sobre esta idea, la trama cuenta con vueltas de giro interesantes que van de la mano con su construcción anterior, estableciendo así una identidad en todo su esplendor y que no pierde coherencia, sin necesidad de recurrir a desmesuras.
Como a sus atributos técnicos, cabe destacar la interpretación de McKenzie ya que la narrativa se apoya desde su perspectiva, y la joven logra llevarlo adelante casi como una continuación a sus anhelos de su Eloise en Last Night in Soho (2021), por lo que está comprobable su papel de esta índole. Por su parte, el resto del reparto se apoya en el personaje que lleva el nombre de la película, de manera que acompañan con arrolladoras participaciones de Hathaway –muchísimo más contenido a su histrionismo en Instinto Maternal (Mother´s Instinct, 2024)- y Whigman, piezas laves en ese brumoso contexto de la protagonista.
Para aquellos que quieran evocar producciones de suspenso de otras épocas es una propuesta más que interesante, aunque la creación del clima de suspenso y su posterior resolución inevitablemente dejará las aguas divididas en las diversas opiniones del público.
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