
Lucha de egos
El exfutbolista Charlie Croker está con problemas económicos, y un banco que sigue de reojo sus múltiples propiedades ante los préstamos impagos por parte del millonario. Si bien el círculo íntimo tratará de ayudarlo, intereses de diferentes índoles embarrarán su situación.

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Por Ignacio Pedraza
Tan diverso como interesante, cada proyecto en la pantalla chica de David E. Kelley parece adecuarse a cadena/streaming donde sea solicitado su servicio. Si bien es claro que no todos sus producciones gozarán de buena salud –o dependerá de los paladares-, cada trabajo en un showrunner de estas características siempre llama la atención.
Lo que fueron elogios en sus colaboraciones con HBO como Big Little Lies (2017-2019) o The Undoing (2020) a algunas dudas junto a Hulu por Nueve perfectos extraños (Nine Perfect Strangers, 2021), en el último tiempo el creador ha estado codo a codo con Netflix con resultados dispares, y Todo un hombre (A Man in Full, 2024), basado en la novela de Tom Wolfe, no deja de ser una decepción.
¿Hacia dónde apunta? Es todo un misterio. La miniserie de seis capítulos aborda los problemas económicos de Charlie Croker (Jeff Daniels), un millonario con el banco apretándole el cuello y con todas sus propiedades y estilo de vida en jaque; pero también todo un drama judicial que abarca al abogado que trabaja en la empresa del personaje de Daniels, Roger White (Aml Ameen), que defiende a Conrad Hensley (Jon Michael Hill) –empleado de la empresa, por cierto- en un problema de tránsito que tiene consecuencias carcelarias.
¡Ah! También sigue las ambiciones y frustraciones de Raymond Peepgrass (Tom Pelphrey), empleado del abogado que sigue las cuentas de Croker. Sin unión entre todas las sub-tramas, estas parecen congeniarse alrededor de la ex gloria del fútbol americano; aunque al tener una narrativa que prescinde de la jerarquización, ese prefijo abunda.
El tono de la serie también es otro motivo de discusión. La dirección repartida entre Regina King y Thomas Schlamme no es un drama espeso ni una comedia retorcida, aunque por momentos es ambas y uno duda si realmente se toma en serio dicha trama. Asimismo, parece cuestionar los procesos políticos –embanderados por el alcalde Wes Jordan (William Jackson Harper)- y judiciales –que aborda la cuestión racial como un efecto sorpresa de algo que se insinuaba todo el tiempo- a través de formas que desconciertan, pero no en el buen sentido; principalmente porque no tienen la fuerza en despertar nuestro interés debido a personajes planos, y resulta totalmente superficial.
Hay figuras en el reparto como Diane Lane, Lucy Liu y Bill Camp que están totalmente de decorado y solo ofrecen reconocidas caras para darle magnitud al proyecto –en el caso de Lane su potencialidad se evapora con el correr de los capítulos, al igual que Camp quien ofrecía un interesante antagonismo con Daniels que queda solamente en eso-. Lo llano se nota con el propio protagonista, quien con su acento sureño no destaca mordazmente como lo hizo con su Will McAvoy de The Newsroom (2021-2014).
Con algunos retazos de lucha machista -intentos de simbolismos burdos, donde aún queda en la nebulosa intentar comprender qué quisieron hacer con la escena de los caballos-, cuesta engancharse con lo nuevo de Kelley, donde lo más llamativo pasa por lo tedioso que se vuelve en apenas seis capítulos, ya que si uno toma en cuenta solo el primer y último capítulo de la producción no hay grandes modificaciones, girando en los mismos círculos sin progreso.
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