Una mochila muy difícil de cargar
Dos primos distanciados se reúnen para honrar a su difunta abuela en un viaje hacia Polonia. Allí, sus diferentes formas de ver la vida y los dolores ocultos eclosionan en una experiencia transformadora.
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Por Lucas Soto
Rodeado de los múltiples sonidos ambientales que inundan el aeropuerto, Benji (Kieran Culkin) observa a su alrededor con una contemplación algo histriónica. Con sus ojos nerviosos parece buscar una respuesta necesaria para calmar su cuerpo y mente. En el otro lado del aeropuerto, y tras dejarle a su primo un sinfín de mensajes de voz, llega David (Jesse Eisenberg), con una personalidad totalmente diferente al de Benji.
Tras un cálido, y algo incómodo, reencuentro, ambos primos reflejan lo que uno necesita del otro y viceversa: donde uno demuestra seguridad y una simpatía rebosante, el otro recae en el miedo al qué dirán, retrayéndose así a todas las nuevas oportunidades que lo saquen de su zona de confort.
En su tercera película, Eisenberg se dispone a plantear, junto con sus personajes, no solo las respuestas inconclusas frente a un pasado que deja marcas y un presente incierto, sino la exteriorización de las consecuencias que traen estas preguntas internas.
Tras embarcarse hacia un viaje al corazón de Polonia, los primos tienen como objetivo final visitar la antigua casa de su abuela, sea para honrar su memoria como para dar un cierre definitivo al duelo que ambos -aunque más Benji– están transitando tras su fallecimiento. Aún así, David prepara un itinerario que propone un recorrido turístico por los lugares más emblemáticos de la comunidad judía. Benji, lejos de oponerse a la convencionalidad de David, se aboca a empatizar con cada uno de los individuos del grupo, abriendo aún más la grieta entre ambos para dejar entrar las inquietudes de cada uno. Por un lado, Benji busca cualquier excusa para conectar sentimentalmente con sus pares, pero esto genera un rechazo en David, que se aleja socialmente, guardándose para sí todo lo que tiene que decir.
De todas formas, a lo largo de la travesía, y con la excusa de rememorar la imagen de su abuela fallecida, ambos primos se encargan de ir vomitando, paulatinamente, sus propias verdades frente a las diversas vivencias que cada uno tuvo junto a la anciana. Cuando Benji se encarga de traer al frente la versión lúdica y maternal, David pone en jaque a su primo al mostrar distancia de aquella nostalgia, jactándose del maltrato que recibía por parte de ella. Constantemente, ambos protagonistas se acercan y alejan, postergando así la confrontación que necesitan para exteriorizar los miedos que acallan en su interior.
Haciendo uso de los dispositivos formales de la narración, junto con una planificación que se avoca a los planos medios y cerrados para poder conectar con la intimidad de los personajes, Eisenberg consigue plasmar la sensibilidad del dolor como un sentimiento real y palpable, lejos de reivindicar la felicidad como único estado de ánimo triunfante.
Como si de una mochila desordenada, caótica y extremadamente pesada se tratara, depende de cada uno el compartirla para que el peso no desaparezca, pero sí sea un poco más liviano.
TÍTULO: Un dolor real
TÍTULO ORIGINAL: A real pain
DIRECCIÓN: Jesse Eisenberg.
ELENCO: Jesse Eisenberg, Kieran Culkin.
GÉNERO: Drama. Comedia.
ORIGEN: Estados Unidos.
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