Lo que importa es lo de adentro
Edward, aspirante a actor, no está contento con su situación y cree que el tratamiento médico que lo ayude a superar su neurofibromatosis puede darle un nuevo rumbo a su vida. Sin embargo, a pesar de cumplir su primer objetivo, la irrupción de Oswald le despertará los sentimientos más salvajes.

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Por Ignacio Pedraza
El fenómeno del 2024, La Sustancia (The Substance, 2024), denunciaba a través de la comedia negra los roles de género en la sociedad, más puntillosamente en la industria audiovisual, y los estándares de la imagen y la hegemonía. Alejándose de los flashes de Hollywood y apuntando a un camino más intimista, el nuevo estreno de Mubi, Un hombre diferente (A Different Man, 2024), también tiene mucho que contar en ese sentido.
El film de Aaron Schimberg sigue la historia de Edward (Sebastian Stan), un actor que consigue papeles acotados y directamente relacionados a la neurofibromatosis que padece. Buscando cambiar su suerte, se somete a un novedoso tratamiento médico que propone dejar atrás el desfiguramiento facial. Con los cambios externos evidentes, el protagonista se dará cuenta que sus problemas no se acabaron.
Si el largometraje de Coralie Fargeat apuntaba a la crítica de la industria, lo de Schimberg resulta más de una noción de perspectiva y a la vez social, sin caer en personajes caricaturescos aunque sí de momentos que pueden rozar lo bizarro, principalmente en la metamorfosis que sufre el personaje de Stan. A fin de cuentas, el thriller psicológico –que también puede situarse en la comedia negra- se reconvierte también en un drama sobre la noción de la imagen relacionada a la psicosis propia y aspiracional, y sin caer en exageraciones de la comedia de terror.
A diferencia de la Elizabeth de Demi Moore, la transformación en el personaje principal también muta en la interacción con los personajes: desde las intenciones con su vecina Ingrid (Renate Reinsve) pero más principalmente en la irrupción del personaje de Oswald (Adam Pearson) quien fluye como espejo inverso de Edward –tiempo después nominalizado Guy, en el intento de dejar su vida atrás- y como la personalidad contraria hará florecer un desarrollo frenético creciente.
El tono es propicio para pensar el panorama ofrecido por el guion del propio realizador: el thriller, comedia negra y drama conviven en armonía, aunque a partir de la irrupción del personaje de Pearson logra aumentar el suspenso que está muy bien construido principalmente por la fotografía apagada de Wyatt Garfield para situarnos en una Nueva York poco glamorosa y de décadas pasadas –bien en lo que la productora A24 intenta darle su sello-.
Uno de los principales atributos del largometraje se debe a la incertidumbre, porque si bien uno entiende que la perspectiva de Edward es clara, y la fábula que nos relata su director también, la trama logra ser envolvente y su auge realmente vacila.
El proyecto también debía apoyarse en el rol actoral, y por esa parte tampoco falla: Stan cuasi que interpreta dos papeles, y tiene el trabajo de evidenciar los cambios en sus personajes. Frente a esto, el actor rumano vuelve a demostrar versatilidad y su evidente crecimiento en su filmografía con papeles sofisticados y complejos, cumpliendo a la perfección. El otro a estacar es Pearson, interactuando de manera propicia con el anteriormente nombrando y también siendo funcional a lo contraste que debe ser con su Edward.
Parece sonar “Changes” de Bowie de fondo junto al gag final, y la frase “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” nos resuena en la cabeza mientras disfrutamos el estreno de Mubi; de una manera retorcida, tal como quiso Schimberg.
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