
De millonario a mendigo
Luego de un exitoso trasplante de corazón, Juan Manuel decide conocer la vida de quien fue su donante. En dicho objetivo, descubrirá que sus caminos están más unidos de lo que creía, y esa nueva posibilidad le hará cambiar varios puntos de su perspectiva.

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Por Ignacio Pedraza
En el último trabajo de Marcos Carnevale, Goyo (2024), la introducción que nos ofrecía sobre el protagonista (Nicolás Furtado) y Eva (Nancy Dupláa) representaba la diferencia de clase social respecto entre uno y la otra y parecía caer en estereotipos –aún más en el personaje de ella-. Sin embargo, eran solo amagues. Para Corazón delator (2025), su reciente estreno en Netflix, esa idea que quedó en la nebulosa decidió implementarla y llevarla al plano más lineal posible.
La historia sigue a Juan Manuel (Benjamín Vicuña), un exitoso ingeniero que parece poco importarle el resto y disfrutar en abundancia. Sin embargo, sus problemas cardíacos lo obligan a esperar un donante de corazón. El trasplante pudo hacerse y el protagonista logra seguir con lo suyo, hasta que se pregunta por quién fue el que le dio esa posibilidad.
El personaje descubrirá que fue Pedro (Facundo Espinosa), un hombre humilde muy querido del barrio El progreso. Pero eso no le alcanzará al ingeniero, y se insertará en la lógica del vecindario y conocerá a su gente allegada, con especial énfasis en la viuda Vale (Julieta Díaz).
El nuevo trabajo del experimentado director –en esta ocasión también guionista- aborda la desigualdad de clases sociales y el viaje cuasi existencialista del personaje del actor chileno, quien parece afrontar un recorrido inverso al del film de 1983 de John Landis. Esa posibilidad de alargar su estadía en la Tierra tras la operación le dará una perspectiva nueva, sentimientos renovados y objetivos y deseos distintos al que apuntaba su superficial vida anterior.
El melodrama no apunta a la tragedia sufrida por la familia de los personajes de Díaz y Espinosa, sino que sirve como excusa para apuntalar principalmente en el encuentro fortuito que eso conllevará con el protagonista. A partir de allí, veremos la metamorfosis de Juan Manuel, con una apostilla que puede volver la trama aún más conflictiva –y sentimental-: la empresa para la que trabaja es la encargada de hacer un polo en el barrio que vivía Pedro, desalojando a los vecinos.
En apenas una hora y media, el personaje de Vicuña descubrirá que no debe dejar el auto en “zonas peligrosas”, que puede haber materia fecal en la calle y pisarla, o que las clases más humildes se toma más de un micro para ir a trabajar. De manera acartonada, y ni siquiera cayendo en el humor ni lo burdo –apenas algunas interacciones del actor chileno con Julia Calvo resultan simpáticas- el tono resulta superficial, con los dos polos en los que se mueve el inocentón protagonista –que parece jugar a ser Bruce Wayne en una escena donde le preguntan qué hace en su tiempo libre, mientas se encuentra de día de traje en sus coquetas oficinas- bien marcados.
Al elenco se suman el “Bicho” Gómez –apenas un alivio cómico no del todo logrado-, Peto Menahem, Gloria Carrá, Verónica Hassan y Yayo Guridi. Todos ellos parecen conforman el tópico de personaje que buscaba su director, siendo todos de manera bien caracterizados y acartonados para delimitar los territorios de manera clara; a excepción del cómico cordobés, en una especie de ejemplo que no toda la gente humilde es buena, con tintes mafiosos que tampoco resultan muy provechosos.
No hay mucho para destacar en el nuevo trabajo de Carnevale, dando la sensación de dar un paso atrás a lo que fue su sólido largometraje del año pasado, y que Corazón Delator parece más cercano a las fallidas Corazón Loco (2020) o Granizo (2022) en su filmografía. Y sí, suena el famoso tema de Soda Stereo.
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