Juramento hipocrático en jaque
La segunda temporada de la serie antológica de Universal+ sigue el caso del italiano Paolo Macchiarini, cirujano que trabajaba con transplantes de tráqueas sintéticas que generó resquemor en el ambiente medicinal y una investigación que lo puso en el foco de todos los flashes.
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Por Ignacio Pedraza
En 2012 el cirujano Paolo Macchiarini (Édgar Ramírez) es bienvenido al Instituto Karolinska con todos los honores por su investigación en las operaciones de tráqueas sintéticas para facilitar el procesamiento de donación de órganos. Un caso en Londres, un año antes, verifica sus avances.
La segunda temporada de Dr. Muerte (Dr. Death, 2024) continúa representando historias del ambiente medicinal que repercutieron en tragedias y nucleando a figuras con sus misteriosas metodologías que provocaron decesos en sus pacientes. Lo que hace cuatro años en sus primeros ocho episodios retrataron sobre el caso de Christopher Duntsch, en esta ocasión tenemos sobre Macchiarini.
La propuesta de Universal+ sigue el reconocido caso del doctor, a cargo del creador Ashley Michel Hoban y las directoras Laura Belsey y Jennifer Morrison, que indaga en causas y consecuencias de la investigación e implementación a la novedosa metodología en la que trabajaba el protagonista, basado en la tráquea sintética por la medicina regenerativa. Lo que en un primer momento resultaba revolucionario, la lupa no dejará de agrandarse para visualizar los efectos de dicho trabajo.
A través de una narrativa que se para en distintas etapas temporales en la biografía del italiano, el relato es dinámico aunque puede correr el riesgo de ser atropellado –más allá de que cada cambio en el calendario es evidenciado en su primera escena con lugar y fecha- donde la perspectiva de la productora Benita Alexander (Mandy Moore), quien lleva una cobertura periodística del médico y su relación lo llevará a otras dimensiones, es clave para darle un aspecto más deponente a la serie.
La cuestión atestiguante se ve en otros personajes que rodean el universo de Paolo, desde diferentes ámbitos –ya sea medicinal, académico o de los propios pacientes- pero lo presentado por Moore se impone a nivel superior y su relación con el personaje de Ramírez se codea con el núcleo problemático propio del caso.
Con el correr de los minutos, el suspenso logra ir incrementándose para situarse directamente en el drama y la exploración a la mala praxis. La serie nunca intenta brindar otra cuestión ni alejarse de los elementos clásicos del género, y no falla en dichos parámetros con una correcta musicalización de Nick Chuba y una fotografía del tridente Joe Collins, Vanja Cernjul y DJ Stipsen que se apoya en los grisáceos y la opacidad para ese ambiente brumoso.
La historia de Macchiarini no deja der ser atrapante como propuesta en la pantalla chica, y su producción basada en hechos reales le da mayor volatilidad generando diferentes sentimientos a una temática siempre riesgosa y alborotosa.
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