10 de septiembre de 2025
LAS MALDICIONES: Leonardo Sbaraglia y Gustavo Bassani protagonizan la nueva serie nacional de Netflix (RECAP)

Casta paternal

UN GOBERNADOR DIVIDIDO ENTRE LA AMBICIÓN Y LOS SECRETOS FAMILIARES DEBERÁ ELEGIR ENTRE LA POLÍTICA O SU PROPIA SANGRE CUANDO SU HIJA DESAPARECE EN UN MOMENTO CRUCIAL DE SU CARRERA.

Las Maldiciones. Leo Sbaraglia as Fernando, Francesca Resua as Zoe, Gustavo Bassani as Román in Las Maldiciones. Cr. Diego Astarita / Netflix ©2024

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Por Ignacio Pedraza

Gobernador norteño, con mucho carisma junto a su poncho, intenta muñequear sus intereses personales en vistas a las potenciales leyes de su provincia, esperanzado de que ayudarán a cumplir con sus sueños presidenciales. No, no es Leonardo Sbaraglia en la reciente serie de Menem (2025), aunque su tonada y postura pueden parecerse al trabajo que brindó el magnético actor en el último tiempo, sino que estamos hablando de Las maldiciones (2025).

Basada en la novela homónima de Claudia Piñeiro, la creación de Daniel Burman presenta una narrativa dividida en tres actos no lineales que se origina por el secuestro de Zoe (Francesca Varela), la hija del gobernador Fernando Rovira (Sbaraglia), en manos de su secretario Román Sabaté (Gustavo Bassani). ¿Por qué la mano derecha del líder norteño rapta a la joven? Las causas y consecuencias del acto se irán desarrollando en el relato durante los tres episodios, que saltarán en el tiempo para desarrollar la relación entre los involucrados.

La votación de la ley parece ser el punto nodal de las acciones de Sabaté, por lo que adentra a la miniserie en el thriller político –y con ciertas metodologías similares a las que vimos recientemente en Rehén (Hostage, 2025), aunque con las intenciones más claras–, que lo tiene a Rovira negociando los votos necesarios y, a la vez, buscando el paradero de su hija. Sin embargo, la propuesta de Burman –quien dirige junto a Martín Hodara– finiquita su interesante primer capítulo para pasar al terreno más suspensivo e intimista a través de su segundo acto, relatando las acciones sucedidas en Uruguay doce años atrás, donde abandona en mayor medida todo lo relacionado a la política para puntualizar en cuestiones más dramáticas, donde aparecen nociones familiares a través de la figura de Lucrecia (Mónica Antonópulos).

Más allá de lo desconcertante que pueden resultar algunas decisiones –ese segundo acto, filmado en 4:3, apuntado al pasado, parece ser una meseta en la vorágine de la situación referida a la joven y los tiempos políticos que apremian–, toda esta construcción se basa en el poder como temática principal de la obra; ya sea en lo legislativo, ejecutivo, económico y hasta en lo familiar. Para esos dos últimos círculos, avasalla la enorme Alejandra Flechner con su Irene, siendo pieza clave en la trama, aunque puede resultar un tanto excesiva –dejando a los emblemáticos Lex Luthor o Darth Vader como villanos de pacotilla–.

Lo que resulta interesante en la nueva serie nacional de la N roja es el ritmo que ofrece su creador –guionista junto a Hodara, Natacha Caravia y Andrés y Pablo Gelós–, y la buena construcción que hace desde un inicio, con un manto de suspenso e insospechado que permite captar la atención en su visionado. Ante esa virtud –la musicalización de Hernán Segret y Nico Cota logra fortalecer esta idea–, su desarrollo y resolución van a permitir múltiples debates respecto a las arbitrariedades en el guion o desarrollo de sus acciones, que tal vez no logren estar a la altura de lo establecido anteriormente.

Queda claro que su consumo dinámico –en apenas dos horas logra congregar toda la historia, haciéndonos reflexionar si no era más pertinente un largometraje–, la bella fotografía de Rodrigo Pulpeiro y Javier Juliá, apoyándose en los terrenos áridos de nuestro país, y el debate relacionado al poder en todas sus vertientes permiten entender a Las maldiciones como una propuesta interesante, pero, a fin de cuentas, con más potencial que lo concreto en sí.


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