
Al cuidado del padre, y de una misma.
Tres mujeres se reúnen en un departamento de Nueva York para cuidar a su padre en sus últimas horas de vida. Los recelos y disputas no se harán esperar, mientras aguardan la ocasión justa para la despedida.

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Por Ignacio Pedraza
Katie (Carrie Coon) no para de hablar sobre cómo vio a su padre Vincent (Jay O. Sanders). Christina (Elizabeth Olsen), de manera incesante, también dialoga y hace preguntas. El silencio no parece ser una posibilidad en esos minutos, ya que la ausencia del sonido puede conllevar a espacios de disputa y soledad en el departamento de Nueva York que las tres hermanas están ocupando. Las tres hijas (The Three Daughters, 2024) retrata los últimos días de vida del padre que reunió a las tres mujeres a su cuidado, ya que también está Rachel (Natasha Lyonne), quien parece ser la más alejada del trío.
La propuesta de Azazel Jacobs se sumerge en el drama con la muerte como esfinge para retratar aspectos intimistas y existencialistas. Lo que vimos este año por ejemplo en Tuesday (2024), que el final de la vida llegaba de la mano de un guacamayo, en esta ocasión lo tenemos a través de la perspectiva de las tres hermanas.
Con características diferentes, los recelos florecen rápidamente en enfrentamientos que parecen achicar aún más las paredes del departamento. Desde disputas más visibles, como pueden ser los juzgamientos a las tareas hogareñas hasta las mismísimas formas de vida, las discrepancias están a la orden del día con la connotación que le da la despedida de su padre.
Jacobs –quien también estuvo a cargo del guion- presenta una narrativa apaciguada y simbólica, aunque nunca termina de ser abstracta y la trama logra ser bien visible. Porque si bien encontramos en los personajes de Coon y Lyonne los enfrentamientos más marcados y en Olsen la posibilidad de jugar con el dualismo, el realizador logra a la vez alternar en dichas posturas iniciales y que su terna presente diferentes capas, con interesantes modificaciones en sus posturas que le dan movimiento a lo transcurrido.
Sin embargo, la lectura del nuevo largometraje de Netflix no solo se basa en el deceso ni la etapa de duelo, sino que también refleja respecto a las segundas oportunidades y la empatía en las relaciones sociales. Su director parece haber enmarcado de manera más prolija cuestiones humanistas que quizá siempre fueron parte de su filmografía, tomando en cuenta que su último trabajo Salida Francesa (French Exit, 2020) –parado más desde el humor negro- también partía desde ideas similares pero terminaba naufragando.
La perspectiva parece ser una de las matrices más interesantes que arroja este estreno: no solamente en términos de trama que enriquezcan a sus personajes, sino también en los recursos narrativos que utiliza para afrontar el desafío. Sumado a que más del 90% del largometraje sucede en el departamento neoyorkino para darle un aspecto más teatral, las vivencias de cada una de ellas la vamos conociendo solo a través del diálogo, sin recurrir a flashbacks, que van profundizándose –y alterándose- con el correr de los minutos. Una escena en particular, que permite hacerlo lucir a Sanders, hace cuenta de lo relatado.
A esto se suma una compostura técnica que, a través de la fotografía de Sam Levy y algunos planos que juegan con la arquitectura del departamento, permiten crear un ambiente de desamparo; dándole aún más fuerza la añorante música de Rodrigo Amarante. Con reminiscencia a diferentes realizadores del género –uno podría creer que hay aires «baumbachianos» en la construcción del film- la nueva producción de la N roja logra sobresalir entre los proyectos de este año. Los admirados de este tipo de trabajos lo admirarán más, principalmente por la fortaleza en la interpretación de las tres protagonistas –la tríada está al mismo nivel- y de los golpes empáticos bien colocados.
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