Un rebuscado thriller de terror
Una noche de fiesta, una joven conoce a un hombre atractivo y carismático, sin saber que es un asesino en serie. Lo que comienza como una aventura de una sola noche pronto se transforma en una pesadilla cuando ella descubre la verdadera identidad de su acompañante.
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Por Ignacio Rapari
El true crime se convirtió en un subgénero del thriller que incrementó su interés (amén que eso no siempre sea sinónimo de calidad) gracias al espacio que encontró en las nuevas modalidades de consumos. Tanto los infinitos documentales sobre casos ignotos que pelean por ser más perturbadores que los anteriores o las series creadas para ser devoradas de un “tirón” y ocupar los primeros puestos de las plataformas han desplazado a las películas que priorizan el mérito artístico sobre la acumulación de elementos pensados para el placer de los “adictos al crimen”.
Woman of the Hour (película que pueden encontrar actualmente en los cines argentinos con el título El asesino del juego de citas y que sigue la historia de varias de las víctimas del infame Rodney Alcala), es un ejemplo modesto, pero ejemplo al fin, de cómo trabajar este género de manera tradicional y efectiva, con recursos mínimos y un ritmo trepidante.
Por su parte, Strange Darling, una de las producciones que acaba de pisar fuerte en Sitges, más allá de ser un falso true crime y de posicionarse en otros extremos, también es una notable producción que rescata lo mejor de este tipo de thrillers con una violencia digna del cine de los 70, un estilo imperdible para los fans de Tarantino (amén de que no cae en el homenaje burdo y sin sentido) y una narrativa fragmentada que lejos de ser caprichosa le concede a la obra un más que fundado cuidado por el spoiler.
No es que Strange Darling sea una obra que solo pueda ser disfrutada bajo los términos del desconocimiento total, a tal punto que no resista un segundo visionado. Pero sus trampas, la hostilidad de sus escenarios, la esencia rock and roll y la brutalidad con la que se desenvuelven sus protagonistas, hacen que el primer contacto con la película sea fascinante. Por eso, solo basta con saber que la obra de JT Mollner propone en su primer capítulo (que cronológicamente sería el tercero de seis totales, más un epílogo) una cacería en la que una mujer a la que conoceremos como The Lady (Willa Fitzgerald)
huye de un hombre totalmente desatado, presentado como The Demon (Kyle Gallner).
Entre moteles, rutas, cocaína, sangre y dos montañeses que no le temen al colesterol, víctima y victimario correrán en un mundo donde todo aquel que pase cerca de ellos solo será decorado en un espacio que únicamente les pertenece a los electrizantes protagonistas que, de yapa, se enaltecen gracias a la inmensa fotografía en 35mm. de un Giovanni Ribisi (sí, ese enorme secundario, ahora como DF) que también demuestra talento detrás de cámara. Una de las grandes (y sorpresivas) imperdibles de este 2024.
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