
Una película que los amantes del periodismo disfrutarán
Nueva York, 1971. Tras sus celebrados días como uno de los fotoperiodistas más venerados de la II Guerra Mundial, W. Eugene Smith se siente desconectado de la sociedad y de su carrera. La revista Life lo envía a la ciudad costera japonesa de Minamata, cuya población ha sido devastada por el envenenamiento por mercurio, resultado de décadas de negligencia industrial. Smith se sumerge en la comunidad y sus imágenes le dan al desastre una dimensión humana desgarradora.

Por Gastón Dufour
El contexto que engloba el retrato propuesto por Andrew Levitas, con el foco en la necesidad de contar la historia de Eugene Smith a través de El fotógrafo de Minamata, es productivo y decente. Todo empieza con un planteo interesante en lo estético, con acompañamiento de música acorde, y redunda en la emoción de un fotógrafo básicamente nihilista con toques leves de egolatría, como si fuera una estrella incomprendida. Tal vez así se sentía en realidad, y el primer duelo actoral confirma algo de esto, sin lugar a duda alguna, cuando se enfrenta a Bill Nighy, en el papel de Robert Hayes, el editor de la célebre revista Life, remarca la idea en ese sentido.
Con el hastío por toda herramienta de búsqueda, casi de casualidad, Smith encuentra un camino de rehacerse y pelear contra una realidad sostenida, y que a todas luces, es injusta. Hago un punto aparte para decir que este tema, el relacionado con medio ambiente y connivencia de funcionarios, plenos de responsabilidad que desconocen a la vista del público. Volvemos ahora al motivo que nos convoca.
La biopic artesanal es un detalle amable, agradable, valioso en sí mismo, y permite el lucimiento de Johnny Depp, quien no necesita nutrirse de morisquetas básicas para retratar a su personaje. La acción de su personaje, en el recorrido que realiza en la zona que menciona el título, se define por el acercamiento a las personas que sufren en carne propia la contaminación con mercurio, según cuenta la historia real en que el film se basa.
Con el quiebre que afecta al personaje del fotógrafo, ocurrido en 1971 y que, luego de la fama adquirida en la Segunda Guerra Mundial, se traslada a Japón a retratar la realidad descripta en los párrafos anteriores, enfocada en el sufrimiento de la población de las comunidades costeras del país.
El despliegue de encuentro de una realidad que nos parece tan lejana (si buscamos un poquito en los archivos periodísticos recientes relacionados al tema, la búsqueda desmiente esto) tiene un buen sostén en el trabajo visual y narrativo que conforma un exitoso resultado.
Para cerrar este humilde comentario, ubicar este estreno entre las recomendadas de la semana es casi un acto de justicia poética, como algunos de los pasajes de la producción a la que con gusto me referí en este caso. Si me hacen caso, que la disfruten.
Nueva York, 1971. Tras sus célebres días como uno de los reporteros gráficos más venerados de la Segunda Guerra Mundial, W. Eugene Smith (Johnny Depp) se ha convertido en un recluso, desconectado de la sociedad y de su carrera. Pero un encargo secreto del editor de la revista Life, Robert Hayes (Bill Nighy), lo envía a la ciudad costera japonesa de Minamata, asolada por el envenenamiento por mercurio; resultado de décadas de grave negligencia industrial por parte de la Corporación Chisso. Allí, Smith se sumerge en la comunidad, documentando sus esfuerzos por vivir con la enfermedad de Minamata y su apasionada campaña para lograr el reconocimiento de Chisso y del gobierno japonés. Armado sólo con su cámara de confianza, las imágenes de Smith desde el pueblo tóxico dan al desastre una dimensión humana desgarradora, y su misión inicial se convierte en una experiencia que cambia la vida.
TÍTULO: El fotógrafo de Minamata
TÍTULO ORIGINAL: Minamata
TÍTULO ALTERNATIVO: El síndrome de Minamata
DIRECCIÓN: Andrew Levitas.
ELENCO: Johnny Depp, Bill Nighy.
GÉNERO: Drama.
ORIGEN: Estados Unidos.