
Caminito al costado del mundo (y de la galaxia)
Previo a los sucesos de Rogue One, Cassian Andor (Diego Luna) se encuentra intrincado entre intereses rebeldes e investigaciones imperiales. La serie más política y social de la franquicia.

Por Ignacio Pedraza
Hace seis años, entre tantos proyectos que Disney había planificado para una saga tan querida como Star Wars pero que generaban ciertos recelos de los fans y el público en general, la película menos esperada pero que fue una gran sorpresa fue Rogue One: una historia de Star Wars (2016), donde relataba las tareas de un grupo rebelde para conseguir los planos de la Estrella de la Muerte.
Entre varios puntos de la historia sobre los héroes anónimos de la República, tanto su aspecto humanista como la complejidad del grupo armado para dicho plan se destacaron y la empresa del ratón, ni lento ni perezoso, apostó por seguir ampliando el relato enfocado en uno de sus personajes como es Cassian Andor, interpretado por Diego Luna.
Pero, ¿podía generar interés el foco en un personaje en particular cuando lo que se destacó fue el trabajo colectivo? Pues en Andor (2022) hay que aclarar un aspecto: más allá de que el protagonista absoluto es el personaje de Luna, la serie creada por Tony Gilroy abarca aspectos políticos y sociales durante el turbulento contexto que se sitúa entre los episodios III y IV y previo a la presentación del espía en la película dirigida por Gareth Edwards.
Hay una atractiva narrativa sobre los intensos debates y consensos en base a los intereses contrapuestos dentro de la propia rebelión, como así en el imperio y su rigurosidad en términos de control y persecución. Los personajes, que no son retratados de manera teatral en sintonía al tono de la serie, se equilibran en el limbo de la dualidad sin caer en extremos de bondad o maldad, sino que se justifican y problematizan bajo sus conveniencias y beneficios.
A lo largo de los 12 episodios la trama de Andor se va construyendo de manera apaciguada, comenzando desde un hecho más pequeño y puntual para ir agigantando el argumento relatado hacia fines políticos. Algunos aspectos personales se hacen presentes también pero de manera más diminuta, como el pasado del protagonista.
El trabajo de Luna se ve enriquecido por el acompañamiento de los personajes secundarios, que se sitúan en un terreno nublado y espeso respondiendo al dualismo característico de la serie. Tanto desde Bix (Adria Arjona) o Maarva (el placer de ver siempre a Fiona Shaw) hasta Luthen (Stellan Skarsgard), Dedra (Denise Cough) o Kino (un soberbio Andy Serkis) representan la complejidad e intereses entrecruzados, tanto en la vida de Cassian como de la propia galaxia. En este sentido sobre la importancia del protagonista pero que el proyecto va más allá, toda la historia de Mon Mothma (Genevieve O´Reilly) relacionada indirectamente con los sucesos principales también despiertan interés en esa especie de House of Cards rebelde.
A diferencia de otras destacadas series de la franquicia como es The Mandalorian (2019), el presente no aborda el mito de héroes individuales sobreviviendo por el espacio, sino que relata la labor colectiva o la construcción hacia de la misma, y cómo el protagonista llega a encajar con Jyn Erso y su pelotón.
Andor es otro caso de una producción que no despertaba necesariamente un gran atractivo pero que termina siendo de los mejores trabajos en los últimos años respecto al mundo creado por George Lucas, sin necesidad de contar historias a través de golpes de efecto o fanservice.