
La repetición de un código
Sigue a Zsa-zsa Korda, un magnate europeo, mientras se enfrenta a una trama de traición y espionaje, junto a su hija Liesl, una monja con quien tiene una relación tensa. La película explora las complejidades de las familias disfuncionales y las decisiones éticas en momentos de crisis, con giros inesperados y personajes peculiares.

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Por Theo Cesari Rives
Hay un problema con Wes Anderson. Un problema quizás imperceptible a primera vista, sobre todo para quienes son fanáticos acérrimos: la repetición de un código que, tras varios intentos, empieza a volverse obsoleto. Entiendo que sus películas evocan la simetría como eje narrativo pero cuando eso es lo único que sostiene el relato, se vuelve difícil no bajarse del barco. El cine también debe ser innovación, incluso cuando la huella del autor pesa más que el sentido del film.
Obvio, el estreno de una nueva película del realizador genera expectativa. Es un director renombrado, con una forma inconfundible de narrar y de mostrar. Pero, sobre todo, hay algo que persiste en su obra: la insistencia en las relaciones familiares, esa necesidad de revisarlas, como si en ellas se escondiera el centro emocional de sus mundos construidos al milímetro.
Esta vez, después de su presentación en Cannes, llega El esquema fenicio, una película con un reparto imponente y una trama ambiciosa. Benicio del Toro interpreta a uno de los hombres más ricos de Europa, un empresario que construyó su imperio a base de negocios turbios. Su poder es tan desmesurado que un grupo de funcionarios decide unirse para destruirlo. Al mismo tiempo, otros empresarios, asesinos a sueldo y antiguos aliados buscan su caída. Mientras sobrevive a múltiples atentados, intenta completar el proyecto más grande de su vida. En medio de esa tensión constante, toma una decisión drástica: desheredar a sus hijos varones y nombrar como única sucesora a Liesl, su hija, que ha tomado los hábitos de monja de clausura.
La historia suena fascinante, y lo es. Tiene algo del Wes de las primeras películas: ese juego entre lo íntimo y lo desmesurado, entre el dolor y la ironía. Pero también se nota el desgaste. Aunque El esquema fenicio no es una mala película hay algo que empieza a oler a repetición. Como si Anderson estuviera ejecutando una fórmula que conoce de memoria, y que el público también. Por momentos, los diálogos parecen sacados de una simulación perfecta, como si una inteligencia artificial hubiera captado todo lo que está bien en una película de Wes Anderson y lo hubiera puesto en escena, sin el alma que tenía al comienzo ¿Es una exageración pensar eso? ¿Es un pecado creer que todo lo que suena forzado hoy puede haber sido generado por una IA? Tal vez. Pero si la idea se cruza, es porque algo ya está fallando.
Wes Anderson siempre fue un cineasta de precisión, de mundo propio. Pero ese mundo, si no se oxigena, corre el riesgo de volverse decorado. Una puesta en escena vacía de sentido. Y cuando lo que se cuenta empieza a licuarse en pura estética, en belleza visual sin conflicto real, los hilos se empiezan a notar. Incluso en manos de un genio como él.
Aun con todo esto dicho, El esquema fenicio es una película que recomiendo ver. Porque siempre recomiendo ver a Wes Anderson. Porque me gusta, porque su cine tiene lucidez, belleza y emoción. Pero también me parece pertinente, como alguien que informa, abrir este debate y aportar una mirada que no se quede solo en la superficie del hype. Verla es disfrutar de un universo particular, sí, pero también preguntarse si ese universo no está pidiendo una evolución.
TÍTULO: El Esquema Fenicio
TÍTULO ORIGINAL: The Phoenician Scheme
DIRECCIÓN: Wes Anderson.
ELENCO: Benicio Del Toro, Mia Threapleton, Michael Cera, Riz Ahmed , Tom Hanks, Bryan Cranston, Jeffrey Wright, Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, Rupert Friend, Hope Davis.
GÉNERO: Comedia. Acción.
ORIGEN: Estados Unidos.
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