Del Globo de Oro a sobrevivir en una producción mediocre.
Un avión comercial es secuestrado en pleno vuelo, pero uno de los terroristas resulta ser un agente encubierto. Con tan solo 97 minutos para evitar que la aeronave explote, Alex deberá interpretar ambos papeles para sobrevivir y salvar a la tripulación.
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Por Lucas Soto
El humo del cigarrillo inunda el aire y el tintineo de las bolas de billar retumban mientras un joven Jonathan Rhys Meyer es observado por unos agentes de casting en busca de perfiles irlandeses para un proyecto. Tras su participación en Velvet Goldmine (1998), película que lo ubicó dentro de la cinematografía mundial, no sería hasta el 2006 que se hallaría con uno de los mayores galardones que un actor de su talla podría recibir: el Globo de Oro al mejor actor por la miniserie Elvis (2005).
Ese mismo año, el actor recibiría el Trofeo Chopard a revelación masculina por su protagónico en Match Point (2005), una de las mejores películas de Woody Allen en donde Jonathan demuestra un poderío actoral vigoroso.
Pero no sería hasta el 2007 que el irlandés encontraría el papel que, posiblemente, lo definiera profesionalmente. Como Enrique VIII en Los Tudors (2007-2010), Rhys Meyers llegó al pináculo de su carrera, aunque su adicción al alcohol y los reiterativos arrebatos de ira en diversos lugares públicos marcaron, muy paulatinamente, el descenso de un rockstar empoderado.
A partir de su participación en Desde Paris con amor (2010), película que comparte junto a un Travolta que, curiosamente, se encontraba en una situación similar en la que Rhys Meyer se para hoy, el actor inicia un escabroso camino de producciones que se alejan de los grandes nombres que supieron apadrinarlo, como J.J. Abrams u Oliver Stone.
Dejando de lado su protagónico en la cancelada Drácula (2013) o su participación como Heahmund, personaje que le dio un golpe de aire fresco a la fallida Vikingos (2017-2019) – detalle entrañable de Michael Hirst, creador de esta serie como de Los Tudors – los próximos diez años de Jonathan se traducen en entregas genéricas, directas a video, que poco puede decirse de las mismas sea por su falta de producción como de autoría.
Hoy le toca Atentado en el aire, un thriller de acción llevado a cabo por Timo Vuorensola, que nos “regaló” la última entrega de Jeepers Creepers. Hablar de lo fallida que es sería regodearse impunemente, ya que su cometido se puede dilucidar desde el poster: un avión en llamas, totalmente diseñado en Photoshop, con los nombres de las estrellas que motivan el visionado de algún alma perdida que busca relajarse con diálogos reiterativos, situaciones inverosímiles y actuaciones tan desanimadas como desesperanzadoras.
Me es más interesante, por no decir necesario, plantear el futuro del actor, comprendiendo lo mencionado con anterioridad. Sin alejarnos demasiado, se puede tomar de ejemplo al mismísimo Nicolas Cage, actor que tras surfear por tantos éxitos como fracasos, hoy logra reivindicarse en la industria como uno de los intérpretes más multifacéticos y entendidos de nuestra época. En donde su método actoral fue puesto en duda, hoy es requerido por un sinfín de proyectos que buscan su profesionalismo para darle tridimensionalidad a sus personajes.
Sin caer en una comparación directa entre dotes actorales, podemos preguntarnos cuál es el próximo paso del actor irlandés en sus próximos proyectos: ¿es este su hogar definitivo? ¿O podrá, en algún momento, resurgir de entre las cenizas para proclamar el lugar que supo tener?
TÍTULO: Atentado en el aire
TÍTULO ORIGINAL: 97 Minutes
DIRECCIÓN: Timo Vuorensola.
ELENCO: Alec Baldwin, Jonathan Rhys Meyers.
GÉNERO: Suspenso.
ORIGEN: Reino Unido.
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