El regreso de David Ayer detrás de cámaras
Cuando Dam Clay, un Beekeeper retirado descubre una conspiración en los niveles más altos del gobierno, tendrá que desbloquear todos los mecanismos de defensa y cumplir con su nueva misión, una brutal campaña de venganza contra quienes mataron a su gente.
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Por Lucas Soto
Una abeja tímida recorre el cielo de un prado lejano. Al unirse a sus hermanas, se observa los detallados movimientos de un apicultor que trabaja en solitario, completamente silencioso. Debajo de la máscara se oculta Adam Clay (Jason Statham), y muy debajo del entrecejo fruncido un pasado militar que lo
precede.
De todas formas, el contacto con Eloise (Phylicia Rashad), la mujer que lo hospeda en su cobertizo, demuestra esa calidad humana y solidaria que emana de su temple duro y serio. Tras esta breve presentación de personaje, algo queda claro: Adam Clay se refugia en la soledad para alcanza un mínimo de paz.
La noche llega y lo que se supone que será una cena amigable entre estos sujetos olvidados en el tiempo se transforma en tragedia: Eloise yace muerta con un disparo en la sien. ¿El motivo? Una estafa cibernética que dejo en bancarrota a la mujer. Millones de dólares desaparecidos de sus múltiples cuentas bancarias en un segundo.
Con Verona (Emmy Raver-Lampman), su hija policía que aparece en escena, el límite entre ella y Adam divide los dos caminos que se transitan durante toda la película: mientras ella busca desbaratar a la organización bajo todos los recursos de la ley, él no duda en recurrir a su pasado sanguinario para destruir al maligno de una buena vez por todas.
“- A veces uso el fuego para ahuyentar a los avispones.”
Con las reglas del juego presentadas, no queda más que David Ayer tome todas las fichas y comience la partida: un festival de acción escalado que nivela muy prolijamente las coreografías del astro de las artes marciales con un mundo criminal tan profundo y detallado, tal como el director nos tiene acostumbrado en sus entregas.
Desde Street Kings, Harsh Times a End of Watch y The Tax Collector, Ayer nos presenta a protagonistas que atraviesan las sucias calles de los suburbios para descubrir, paulatinamente, que la amenaza inicial es solo la punta del iceberg de lo que representa aquella fuerza antagonista. Entre la sangre de amigos caídos, los protagonistas se entregan a una balacera final en la que la fuerza del más apto sale vencedor. La justicia por mano propia es la única salida, mientras la ley observa desde un lugar cómodo y seguro.
En The Beekeeper, Verona es la representación de ese protocolo que intenta, por las buenas, solucionar el conflicto (como los personajes de Brian y Mike en End of Watch) y Adam es la fuerza destructiva que toma las armas, salteando todo tipo de apoyo posible y entregándose a los obstáculos con sus manos manchadas de sangre.
El atractivo principal de la película, además de las escenas que derrochan de un compendio de secuencias tan escabrosas como disfrutables, es el cruce constante de estos dos caminos, como si de un juego del gato y el ratón se tratara, hasta llegar a un clímax en donde ambas motivaciones coinciden, aunque no sus métodos y modus operandi.
“- Tenemos leyes para estas cosas.
Hasta que fallan. Luego me tienen a mí.”
Tras lo mencionado, es acertado mencionar que Ayer nos regala una epopeya clásica en la que decide partir las dudas y convicciones de sus personajes tradicionales en dos, creando una experiencia más que satisfactoria en tiempos donde la obra de Stahelski y su Baba Yaga parece ser la única fuente de inspiración principal de las entregas del género que se proyectan hoy en día.
TÍTULO: Beekeeper Sentencia de muerte
TÍTULO ORIGINAL: The beekeeper
DIRECCIÓN: David Ayer.
ELENCO: Jason Statham, Josh Hutcherson.
ELENCO SECUNDARIO: Minnie Driver, Jeremy Irons.
GÉNERO: Suspenso. Acción.
ORIGEN: Reino Unido, Estados Unidos
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