19 de abril de 2024

Piedad o te vuelo la cabeza puercoespín

Como un déja vu del inicio de la serie, Jen (Christina Applegate) y Judy (Linda Cardellini) se encuentran inmersas en otro caso poco esclarecedor e intentarán unir dichas piezas dentro del enorme rompecabezas que llevaban anteriormente. La comedia negra de Liz Feldman llegó a su fin con la tercera temporada.


Por Ignacio Pedraza

En tiempos de cancelaciones o cierres apresurados muchas veces nos quedamos con las ganas de ver más sobre algún proyecto interesante o, en contraparte, algunas continuaciones parecen alargar innecesariamente una cautivadora primera idea inicial. Sin embargo, en Muertos para mí (Dead to me, 2019) el trayecto parece enmarcarse de manera prolija y justa.

Obviamente que esta continuidad cuenta con un detalle particular: una de sus protagonistas –y productora ejecutiva-, Christina Applegate, fue diagnosticada el año pasado de esclerosis múltiple y, entre la batalla a la dura enfermedad, decidió darle un cierre digno al proyecto más allá de las dificultades que eso implicaba a la hora del rodaje, por lo que su labor fue reivindicada y exteriorizada con mayor énfasis en los últimos días, cuando la actriz llegó al Paseo de la Fama.

Para quienes conocían la noticia, la interpelación sobre las situaciones vividas de la serie puede repercutir aún más, teniendo en cuenta además la temática tratada en la serie creada por Liz Feldman, que sabe navegar muy bien entre la comedia y el drama, aún con mayor énfasis en lo que refiere al recurso del humor negro para situaciones realmente desoladoras.

Más allá de la situación personal de una de las protagonistas, la serie brilla por sí misma y culmina su resolución que era esperada desde hacía más de dos años, con temporadas que presentaban situaciones dinámicas y con personajes carismáticos que eran representadas con total naturalidad y humanizados a la hora de la toma de decisiones.


La premisa original y la retorcida relación de las dos mujeres se mantienen presente en la tercera temporada, pero sumado a situaciones que se fueron acumulando y complejizando la trama con la irrupción de Ben (James Marsden) y temáticas propias de la vida adulta. Sin embargo uno de los puntos altos de la serie, más allá de los asuntos abordados, se debe al tratamiento de las mismas a través de su marcado humor negro.

La relación de las protagonistas, afianzada a lo largo de las dos temporadas anteriores, se encuentra en su punto más alto y queda claro que la amistad traspasa las cámaras al igual que la pantalla, donde el público acepta sin dudas que la morbosa interacción es auténtica. El código en el que se mueve la comedia es aceptado en su totalidad, y si bien es redundante destacar el trabajo de Applegate y Linda Cardellini –quienes saben posicionarse desde su carisma tanto en las situaciones más risibles como en los trágicos- están muy bien acompañados por Marsden –otro subestimado artista que sabe sacar a relucir todo su histrionismo- como de secundarios que aportan de manera justa para crear las claves tragicómicas.

Las modernas Thelma y Louise se retiran de la pantalla con una de las series más queribles y –a pesar de la trama desmedida- empáticas de la actualidad, sumado a una sensación de cariño por parte de sus intérpretes que nos deja con la comodidad de reírnos en situaciones no siempre correctas que es más que bienvenida.

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