5 de mayo de 2024

El bien, el mal… y ellos

Tras haber superado el Armagedón, el ángel Aziraphale y el demonio Crowley disfrutan de sus días en la Tierra, aunque una enigmática aparición los volverá a poner en la lupa de sus respectivos jefes.


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Por Ignacio Pedraza

Más allá de los riesgos que implica abarcar cuestiones teológicas, cuando el producto se trata desde la inocencia, que responde casi a un cuento de hadas adulto con un humor de características inglesas, el público sabe disfrutarla. Esto fue algo de lo que pasó con Good Omens (2019) quien tras una muy cariñosa primera temporada arribó a Amazon Prime con su segunda parte.

El gran punto fuerte que fue elogiado hace tres años en la adaptación a la novela de Terry Pratchett y Neil Gaiman se refería a la química de la dupla protagónica, compuesta por Michael Sheen y David Tennant, donde las contraposiciones caracterizadas de cada uno congenian de gran manera. Por ello esta segunda temporada fortalece dicha interacción llevándola a otro nivel, hasta el punto donde la trama principal se corre a un lado.

La estructura narrativa de lo dirigido por Douglas Mackinnon cuenta con peculiaridades que justifican la intención de querer retratar la distintiva relación de Aziraphale (Sheen) y Crowley (Tennant), donde a lo largo de los seis episodios contamos dentro de los mismos con “mini-historias” que se relacionan indirectamente con el arco argumental troncal de la historia. Si bien hemos visto anteriormente sobre el pasado de los personajes, por momentos el foco se adentra en aventuras que tuvieron en diferentes momentos de la línea temporal.

Esto también se visibiliza con una especie de achique al reparto que está avocado al conflicto, ya sin un grupo de jóvenes que interactúan con los protagonistas pero sí con la pareja de turno que representa a la especie humana, como son los personajes de Nina Sosanya y Maggie Service, aunque de manera reducida . En contrapartida, la figura de Gabriel (Jon Hamm) logra tener mayor rodaje volviéndose un núcleo importante junto a un reparto angelical y demoníaco en plena correspondencia a través de las faenas de Shax (Miranda Richardson).


Pero, tras el visionado, las sensaciones se enfocan en la relación de los personajes de Sheen y Tennant, quienes a través de sus grandes interpretaciones generan una dupla interesantísima y con propia identidad, junto a una resolución que cuenta con fuertes componentes dramáticos; a diferencia del conflicto que no llega a la espectacularidad de su temporada anterior.

En los aspectos técnicos la fórmula se repite a lo visto anteriormente, con la musicalización idónea de David Arnold y una puesta en escena sin riesgos pero muy cuidada, donde la estética de la producción logra darle impronta a la comedia que fortalece a lo visto en los primeros seis episodios.

Aquellos fans de las aventuras del cielo y el infierno disfrutarán el estreno, aunque la estructura de mini-relatos harán algunos pasajes más gozables que otros. Pese a eso, Good Omens apunta directamente a la conjunción de sus dos protagonistas, siendo lo más provechoso de la misma.


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