19 de abril de 2024

Las chicas solo quieren gobernar

Situado 200 años antes a la serie original, el flamante proyecto de HBO sigue los diversos sucesos de la casa Targaryen y su dominio en el Trono de Hierro, rodeado por recelos políticos y sociales propios de la invención de George R.R. Martin.


Por Ignacio Pedraza

Viserys I (Paddy Considine) es el nuevo rey de los Siete Reinos, pero las discusiones por su heredero no se hacen esperar. Aquel fanático de Game of Thrones (2011-2019) no se sorprendería por el dinamismo, disputas y sed de poder que encontramos en House of the Dragon (2022), la precuela que se ubica precisamente 172 años antes al nacimiento de Daenerys Targaryen (Emilia Clarke) y que sigue a una de las casas extintas en la serie original: los Targaryen.

La mítica familia era reconocida en la serie del 2011 por la fuerza de los dragones y su dominio en Westeros, pero solo a través de leyendas y teniendo solamente a la joven Daenerys como emblema. Sin embargo, el spin-off se centra directamente en dicha casa, que recientemente finalizó su primera temporada con diez episodios que nos recordó a las buenas épocas de este universo –excepto para aquellos que disfrutaron tanto las primeras temporadas como su epílogo-.

La hija del flamante rey es mirada de reojo por propios y extraños, ya desde su condición de mujer como por su andar poco protocolar. Pero Rhaenyra (Milly Alcock/Emma D´Arcy) recorrerá su camino en busca de su derecho hereditario enfrentándose contra su propio padre hasta consejeros –personificados en el temible Otto (Rhys Ifans)- que quieren dejarla a un costado.

Sin embargo, sería algo acotado pensar en la serie como una mera cuestión personalista, sino que aborda diferentes personajes que se sitúan en la misma línea protagónica, representados por diferentes casas. En este caso más delimitado el territorio de Westeros ya que atracamos principalmente con mayor fuerza en tres casas como son los propios Targaryen, Hightower y Velaryon –con presencia mínima de familias reconocidas anteriormente- que interactuarán entre disputas de poder y arreglos maritales.

El foco principal está puesto en la intrincada relación entre Rhaenyra y Alicent (Emily Carey/Olivia Cooke), con intereses contrapuestos –no siempre propios- que distancian su joven amistad para dar lugar a disputas familiares dispersas generacionalmente. Más allá de que la corona puede estar puesta en cabezas varoniles, las dos figuras femeninas son quienes están a cargo tanto de mover los hilos pero a la vez siendo los propios títeres inmersos en beneficios ajenos.

La buena labor de ambas protagonistas están acompañadas por personajes que tienen la impronta GoT, desde la violencia hasta el enigma que irradian. Tanto la Mano de Rey como Daemon (Matt Smith) son quienes generan los espacios más claustrofóbicos e insaciables del show, con una altura propia del drama que también se ve en la misma sintonía en las múltiples descendencias.


Una de las principales diferencias con la serie creada por David Benioff y D.B. Weiss es la cuestión temporal: en los primeros episodios contamos con saltos anuales de manera amplia, y un relato que no necesariamente aborda el día a día dramático; las familias se van construyendo de manera dinámica y los crecimientos no son paulatinos, sino que responden a la necesidad narrativa.

Por otra parte, las figuras mitológicas que llevan el nombre del título están presentes pero insinúan más para lo que puede venir que en estos diez capítulos en sí o sirve como puntapié para situaciones de sus personajes –sumada a una buena escena final que los tiene como protagonistas-, junto a efectos correctos pero nada llamativos.

Con algunos nombres que ya conocen este universo y nos brindaron grandes momentos a cargo de la flamante serie –Miguel Sapochnik junto al propio Martin y una lista conformada por Geeta Patel, Clare Kilner, Greg Yaitanes y Ryan Condel-, House of the Dragon no es una decepción y se mantiene al nivel de su predecesora –algo que no es poco- y despierta el interés para seguir conociendo más de esta intrincada historia política, dramática y fantasiosa.

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