Tiempo de ganar: el showtime debe cancelar
Luego de obtener el primer anillo bajo el mandato de Jerry Buss, Los Ángeles Lakers buscan mantenerse en la élite del básquet estadounidense, pero los recelos internos y la rivalidad con los Boston Celtics harán del objetivo una verdadera proeza.
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Por Ignacio Pedraza
La pelea que derivó en el rompimiento de una histórica dupla creativa como fueron Adam McKay y Will Ferrell tras la no selección de protagonismo para el segundo. Las fuertes declaraciones de varios de los interpretados por la caracterización y veracidad de los hechos. La cancelación cuando la dinastía aún no estaba en su apogeo. Todas las polémicas que generó Lakers: tiempo de ganar (Winning Time: The Rise of the Lakers Dynasty, 2022) no hacen justicia a las grandes virtudes de la serie de HBO, que llegó a su cierre con la segunda temporada.
1984 es el año disparador: la salida a las apuradas de los jugadores angelinos ante la muchedumbre local entre insultos y proyectiles al ómnibus marcan un hito que aún no había sucedido en ese lapso como fue el enfrentamiento en las finales entre Los Ángeles Lakers y Boston Celtics. ¿Cómo puede ser? Bueno, tras las preliminares palabras del entrenador Pat Riley (Adrien Brody), la trama se sitúa inmediatamente donde nos dejó la primera temporada; en 1980 con los amarillo y violeta defendiendo el anillo, aunque las cosas no salieron como esperaban.
La creación de Max Borenstein, basada en el libro Showtime de Jeff Pearlman –donde se defiende la productora al inspirarse en hechos del libro- se basa principalmente durante los primeros años de la década para la construcción de una realidad entre los dos más grandes de la liga, que se potenció con las llegadas de “Magic” Johnson (Quincy Isaiah) y Larry Bird (Sean Patrick Small).
El drama deportivo tenía dos protagonistas bien claros: Jerry Buss (John C. Reilly) con la compra de la franquicia y su innovación en la NBA, y el draft que trajo a la figura del histórico número 32, con sus primeros pasos en la fama deportiva. Por ello cabe destacar que, en esta segunda temporada, el foco amplía el espectro al equipo en sí y el recorrido de las tres temporadas hasta las cruciales finales del 84, especificando en la pugna creciente debido a los andares de los dos equipos y sus suertes dispares, alternándose anillos año tras año.
Como productor ejecutivo, la marca de Adam McKay sigue presente con la vorágine narrativa, diálogos dinámicos y el rompimiento de la cuarta pared que le dieron su identidad, pero en un decibel más bajo para retratar aspectos dramáticos más clementes. En este sentido, llaman la atención rasgos humanistas que no siempre se reflejan en producciones satíricas de este tipo, donde se ejemplifica con las secuencias sobre los orígenes de Bird, alejado del rol villanesco que se retrató al equipo bostoniano.
Por ello lo más enriquecedor de la producción se ve en el camino hasta esa final, quedando más relegadas las tramas personales de Johnson o del propio Buss. Cuando el argumento se apoya más en lo deportivo se vuelve aún más interesante, como por ejemplo los conflictos entre Riley y Paul Westhead (Jason Segel) y el grupo en general. Esto se suma al ya comprobadísimo trabajo técnico para aclimatarnos en la época y la creación de ese ambiente competitivo y de necesitad de excelencia, a través de las capturas que irradian polaroid y asfixiantes primerísimos planos y su musicalización propicia –esta vez a cargo de Jeff Beal-.
El grito de la tribuna rival “Beat L.A.” se cumplió y la cadena decidió cancelar Winning Time, siendo una verdadera lástima ya que aún quedaba mucho por contar sobre una época que, gracias a dichas figuras, salvaron una competencia que venía en capa caída y que, junto a las grandes virtudes para contar dichas secuencias, podía ser un gran disfrute para el público. Sin embargo, le quedará como recompensa posicionarse entre las más destacadas del año.
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