
Una franquicia que deja huella con su enfoque visceral
Con esa mezcla de terror crudo, tensión política y crítica social, la saga Exterminio redefinió el género zombi en el cine del siglo XXI. Desde su debut en 2002 con la dirección de Danny Boyle, esta franquicia británica dejó huella con su enfoque visceral, infectados veloces y una visión apocalíptica profundamente humana. A más de dos décadas de su inicio, y con una nueva entrega en camino, repasamos su legado, impacto y vigencia.

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Por Ignacio Rapari
En estos tiempos resulta difícil anticipar cómo funcionará en taquilla -o en la consideración personal de los fanáticos- el inminente estreno de Exterminio: La evolución (28 Years Later). Especialmente entre quienes todavía veneran aquella revolucionaria película que Danny Boyle dirigió en 2002, escrita por el -generalmente- infalible Alex Garland.
Claro que no podemos olvidarnos de la secuela, Extermino 2 (28 Weeks Later), dirigida por el español Juan Carlos Fresnadillo, y escrita por él junto a Enrique López Lavigne, Rowan Joffe y Jesús Olmo. Una película que, si bien ampliaba el universo original hacia un tono más mainstream y decididamente más accesible, estaba repleta de virtudes y momentos memorables (piel de gallina al recordar la secuencia inicial con el gran Robert Carlyle). Su enfoque más “pochoclero” no se vio del todo reflejado en los resultados de taquilla, pero eso es tema de otra discusión.
Lo cierto es que esta tercera entrega, que en su momento pudo haber sido 28 Months Later, y cuya producción atravesó años de idas y vueltas, llega finalmente como 28 Years Later. Para los fanáticos de la primera entrega -y de la dupla creativa Boyle/Garland, también responsable de la magnífica Sunshine: Alerta solar-, basta con que recupere apenas un ápice de aquella incomodidad visual y emocional que convirtió a la obra original en una de las propuestas de zombis más memorables de los 2000.
Porque con apenas una Canon XL1 (MiniDV), sin necesidad de artificios ni grandes presupuestos, Boyle logró capturar una Gran Bretaña desierta que todavía estremece. Esa estética de baja definición, sucia y ruidosa, no solo resolvía problemas logísticos, sino que amplificaba el terror. Especialmente en aquel tramo final en la lúgubre mansión a las afueras de Manchester, donde el virus Rage cedía protagonismo frente a un miedo mucho más perverso y cruel.
En un contexto de transición geopolítica y tecnológica -y con un guion escrito antes del 11-S, pero claramente afectado por la paranoia viral, la desconfianza institucional y la sensación de colapso inminente que flotaba en el cambio de milenio-, Exterminio (28 Days Later) llegó con un impacto que todavía permanece. Así como Invasion of the Body Snatchers en los años 50 exploraba el miedo a la disolución del individuo ante la invasión colectiva, la película de Boyle y Garland propuso una inversión: ¿Qué ocurre cuando el individuo sobrevive, pero todo lo que lo rodea colapsa? ¿Qué queda del yo cuando desaparecen el lenguaje, el Estado y la comunidad?

Lejos de limitarse a la pregunta (ya clásica en el cine de zombis) sobre si el ser humano es más monstruoso que la amenaza exterior, Exterminio puso el foco en algo más perturbador: cómo persisten las estructuras de dominación, incluso ante el inminente colapso del mundo. No es solo el virus. Es lo que hacen los supervivientes con la excusa del virus. Es lo que hacen los militares en nombre de “la ausencia de futuro”. Es lo que hace Jim cuando mata sin vacilar para defender un mínimo núcleo afectivo. El miedo no está solo en el “otro”, sino en la velocidad con la que nuestras propias lógicas autoritarias emergen cuando la civilización se retira.
Esa tensión se condensa en uno de los momentos más intensos del tramo final, cuando Selena (Naomie Harris) duda si Jim (Cillian Murphy), en plena masacre contra los soldados, está infectado o no. El plano, en el que predomina la respiración entrecortada de los personajes, no solo condensa el horror físico, sino que además encierra un interrogante mucho más profundo. ¿Qué nos vuelve humanos en un mundo donde ya no existen las reglas?
En uno de los planos más simples pero significativos de Exterminio, cuando Jim está inconsciente tras el enfrentamiento en la mansión, Boyle inserta una toma aérea invertida en la que se lee la palabra “HELL” (infierno). Es la misma imagen que aparece más tarde, ya corregida, cuando los protagonistas despliegan telas en un campo para formar la palabra “HELLO” (hola) antes de la llegada de un avión. No es un giro optimista ni una solución, pero sí una toma de postura. Una señal de que, incluso después de atravesar el infierno, algo puede reconstruirse, aunque sea través de la forma de comunicación más elemental: el saludo. Un intento para empezar de nuevo.
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