27 de abril de 2024

¡Feliz cuarto de siglo, Tony!

Un 10 de enero de 1999 llegaba a HBO una de las series más prestigiosas y renombradas que comenzó de a poco con el cambio en el consumo de las series. Desde un padre que debe lidiar entre las responsabilidades familiares y de un negocio poco legal, David Chase nos entregaba Los Soprano.


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Por Ignacio Pedraza

Tony (James Gandolfini) se siente incómodo y evasivo ante las preguntas de Jennifer Melfi (Lorraine Bracco). Claro, el tipo duro nunca pensaba que estaría ante una psicóloga para tratar su reciente ataque de pánico que no lo deja llevar una vida corriente con su familia y su trabajo. ¿La labor? Digamos que necesita de fuerza física y mental, porque pertenecer al grupo mafioso de Newark no es tarea fácil.

¿Cuántas veces escuchamos que la mafia es una familia o viceversa? En Los Soprano (1999-2007) la frase es casi una política de estado para llevar adelante la historia creada por David Chase, quien decide a través de su protagonista abordar todo el universo que implican los roles familiares y mafiosos unidos por la sangre y los negocios –y que no necesariamente una representa a la otra-. Con varios antecedentes en su haber –la familia Corleone y el Henry Hill de Ray Liotta pican en punta-, la riqueza de la serie de HBO pasa por el íntimo relato y seguimiento al irruptivo jefe de la mafia de la ciudad.

Como si fuera la charla entre Shrek y el burro al castillo, a lo largo de los 86 episodios logramos ver cómo las capas de la cebolla logran salirse en ese caparazón duro y férreo que ofrece Tony pero, como dice la frase, todo a su medida y armoniosamente. Chase –junto a una larga lista de directores que siempre entendieron por dónde iba la mano en el retrato- deciden explorar los círculos por los que se maneja y encontrar causas y consecuencias en esa gran biografía ficticia que resulta el proyecto.

Igualmente, resultaría pobre que la serie solamente se apoyase en la figura imponente, por lo que su entorno debía estar a la altura del desafío. Tanto de acompañantes de las vivencias del personaje de Gandolfini como con sus propias subtramas, la historia nos arroja a simpáticos, repudiables, cariñosos, inolvidables; es decir, a todo tipo de personajes que le dan mayor altitud a la producción.

Nos adentramos en la familia Soprano, y logramos ver cómo crecen –y forjan su propio camino- los pequeños Meadow (Jamie-Lynn Sigler) y AJ (Robert Iler), o la sofocación por parte de la malabarista Carmela (Eddie Falco); pero también tenemos los aspectos más sombríos que corren por parte del ambicioso Corrado (Dominic Chianese), la neurótica Livia (Nancy Marchand) y la enérgica Janice (Aida Turturro). También está la otra familia, no de sangre, con pretensiones de poder que, si bien son similares a los de un patriarca, abarcan un poco más de territorio y, por consecuencia, de millones.


No todo es descriptivo en la serie, y lo que enriquece en esa construcción se ve en las vivencias y ocurrencias del amplio abanico de personajes que entran y salen en la vida de Tony. Hay secuencias que cuentan con sus propias aventuras dignas de un cortometraje –Christopher (Michael Imperioli) y Paulie (Tony Sirico) luchando con la nieve, por ejemplo- que detallan sobre el gran producto que tenemos entre manos y su integridad, tomando en cuenta también giros que nos logran sacar de la supuesta linealidad que uno va intuyendo sobre sus personajes.

Que quede claro: acá no hay lugares de redenciones necesariamente, ya que como sabemos en las grandes familiares –sanguíneas, políticas, laborales; como sea- el círculo vicioso se mantiene, nunca es totalizador y se construye día a día –algo que el final quizá da a entender-. Tampoco el mensaje debe ser único obligatoriamente, ya que los personajes también afrontan situaciones mediante simbolismos que interpelarán de diferentes maneras.

Por todo ello y más, quien escribe estas líneas no tiene dudas que Los Soprano logró germinar una semilla que hoy tiene consecuencias en las series pero a la vez representa un tipo de relato que no abunda, siendo representativa de los primeros años de la época dorada. Para los que brinden en Satriale´s o en el Bada Bing, ¡salud!


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