19 de abril de 2024

El terror no tiene forma

El 25 de junio de 1982 estrenaba La Cosa, primera gran producción de Carpenter y nueva versión de un clásico del género fantástico de los 50, El enigma de otro mundo. En este nuevo aniversario de la película repasamos los puntos que mantuvieron su estatus hasta el día de hoy.


Por Clara Migliardo

En los últimos días, la que posiblemente sea la creación más adorada de John Carpenter (y por John Carpenter) volvió a ser noticia. Reestrenada recientemente en Estados Unidos con una única función dominical en 730 salas, La Cosa (The Thing) recaudó 500000 dólares y se posicionó delante de varias películas del momento. ¿Qué mantiene tan presente a una película harta dilapidada en su estreno? ¿Hay algo que la diferencie del resto de las propuestas del género en que La Cosa se inscribe?

La clave está en la apuesta que hizo Carpenter para pulir la mezcla de la ciencia ficción y el terror. Cuando se pensaba que el sci-fi horror no iba a ascender más allá de la vara altísima que el Xenomorfo de Ridley Scott había plantado en 1979, La Cosa llegó para hacer del género algo cercano, aunque sus personajes se encuentren en un punto inhóspito del espacio exterior o de la Antártida.

Es decir, lo primero que le aseguró a La Cosa un triunfo a largo plazo fue la configuración arriesgada del elemento claustrofóbico. Ya lo había trabajado Scott con su Nostromo vagando perdido por la infinitud del espacio. Por su parte, Carpenter redobla la apuesta. Sus personajes se encuentran en uno de los espacios terrestres más amplios y anchos del planeta: la Antártida. Ellos no tienen la obligación de quedarse estrictamente recluidos en la estación 31. Sin embargo, incluso en las escenas desarrolladas en el exterior, cada elemento de la escena denota encierro, el no escape, la imposibilidad de una salida. La sensación de asfixia se acrecienta con la necesidad de enfrentarse a un monstruo cuyas habilidades parecen invencibles.


Ahí aparece el otro punto fuerte de la película, donde se concentran el factor miedo y el factor asco que tanto caracterizan a esta esquina del sci-fi horror. Los dos factores se retroalimentan en un círculo vicioso. La Cosa da miedo por ser una deformación terrorífica del cuerpo humano, por penetrar el ámbito más sagrado y común a todas las personas. Por otro lado, repugna por esa misma razón. Además, al mimetizarse con humanos y generar resultados tan morbosos, el espectador nunca sabe a qué se parecerá la próxima fusión de La Cosa con su víctima.

Sintetizando, La Cosa se define como la película definitiva y puente entre el terror y la ciencia ficción por lograr que el espectador no abrace el inverosímil de una criatura mega ficcional entre humanos sino que, por el lapso de dos horas, tema por las atrocidades que puede llegar a generar su propio y tan habitual cuerpo.


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