25 de abril de 2024

Lali Espósito protagoniza la serie de Prime Video

La serie basada en el libro de la periodista Tamara Tenenbaum ya es una realidad en Prime Video y quién mejor que Lali Espósito para personificar a una mujer que se enfrenta al choque de ideas que produce ser feminista y judía ortodoxa.


Por Lucía Tedesco

La historia de El fin del amor cuenta un momento de la vida de la autora en el que un encuentro con su pasado le hace replantearse su día a día, a tal punto que decide dar un vuelco en su forma de relacionarse no solo con las personas, sino también con el trabajo, la vivienda e incluso con sus creencias.

Es interesante el gancho autobiográfico que propone la serie de Prime Video, hoy es mayoría el público que prefiere ver algo basado en hechos reales. Pero lo que atrapa de esta comedia dramática dirigida por Leticia Dolera no es solo cómo la protagonista explora los vínculos y las creencias con una mirada periodística, sino también es esa sensación de angustia que invade a las personas, en un mundo donde muchas veces no hay a dónde ir o siquiera una guía que enseñe cómo entenderse a uno mismo y a sus deseos.

Son interesantes los cambios que atraviesa el personaje que interpreta Lali Espósito, porque al principio parece ser una persona que ha alcanzado la realización personal: trabaja de lo que quiere, tiene una pareja que la cuida y acompaña, buenas amigas y una familia que, a pesar de la distancia y los malos momentos, sigue unida ¿quién necesita más que eso? Para muchos sería una zona de confort para abrazar y no soltar nunca. Pero no para esta protagonista, cuya mente son un montón de pestañas que se abren sucesivamente y parece que nunca se cierran.

Desde la parte técnica, El fin del amor es una serie con mucho color y el pelo rosa de Lali lo anticipa. La dirección de fotografía supo cómo explotar la parte visual de cada locación: la facultad, el barrio de Once y las escenas bolicheras. Cada episodio tiene un algo especial trabajado desde la imagen que atrapa. Pero esto no estaría completo sin canciones que acompañen esos planos. A lo largo de cada capítulo suenan algunos artistas, como Mon Laferte, Susy Shock, Charly, Ratones Paranoicos, Cazzu y la infaltable Nathy Peluso.


Ahora, tal vez te preguntes cuál es la parte mala de la serie o en qué falla, porque no todo es tan perfecto como siempre lo pintan. Poniendo una visión crítica y feminista, cae en algunos lugares comunes, inevitablemente. Por eso, el contraste con el judaísmo y el personaje de Mariana Genesio son una brisa que se asoma para correr el foco del ojo crítico de siempre y, simplemente, disfrutar de la historia. Sin embargo, hay un personaje revelación, cuya interpretación destaca sobre todas las demás por su dulzura, sus formas amables, su mirada profunda que te vende misterio y que te hace pensar que detrás de la fachada de cualquier judía ortodoxa se esconde una mujer culta, consciente y que no le teme a lo que hay más allá de sus creencias. Es el de Sarita, interpretado por Brenda Kreizerman, quien ojalá siga sorprendiendo con otras interpretaciones tan genuinas como esta.

Otra cosa que por momentos puede resultar pesado es la queja constante y la mala onda que tiene por momentos el personaje principal. Sí, es parte de la transición y probablemente esté hecho a propósito. Pero no deja de ser molesto. Ahí es donde se ve lo valioso del entorno de la protagonista, como es el caso de Verónica Llinás, que interpreta una madre que, con mucho amor y paciencia, intenta derribar las barreras levantadas por una hija que le impone distancia.

Eso deja constancia de que, a pesar del conflicto que tiene Tamara consigo misma, tiene una o más personas que estarán con ella para darle su cariño, por más que pase por un momento en el que no tenga mucho que ofrecer. Lo bueno es que ella distingue su forma peculiar de ser, en frases como: “Debo ser la única porteña de mi clase social que nunca hizo terapia”, o cuando reconoce su snobismo al decir “Fingía que las cosas no me impresionaban para ser canchera. Pero todo me impresionaba”.

El fin del amor es una serie para ver de un tirón una tarde que no tengas ni ganas de moverte del sillón. En compañía de un kilo de helado o un buen sandwich (si sos team salado). Tal vez te diviertas, te llegue al cora, te genere curiosidad, te haga replantearte tu vida, si te encanta y te hacés fan o todo junto. Una cosa es segura: el amor es tan grande que no le alcanza solo con seguir siendo como en la época de tus abuelos. Definitivamente, le caben muchas cosas más.

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