3 de mayo de 2024

Los santos que no amaban a las mujeres

Cuando una joven estadounidense es enviada a Roma para comenzar una vida de servicio a la Iglesia, descubre una oscuridad que la lleva a cuestionar su propia fe y devela una conspiración aterradora que espera provocar el nacimiento de la encarnación del mal.


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Por Ignacio Rapari

Arkasha Stevenson y Neil Tiger Free: dos de los tantos nombres responsables de que el terror ofrezca un momento de gloria en las salas. La primera profecía no es únicamente una película fascinante. Es la prueba de que las grandes sagas de la historia pueden seguir trabajándose con maestría y que no todo se trata de precuelas, secuelas, recuelas o reinicios desalmados que solo tienen razón de ser en lo que ya fue y en la vil explotación de eso.

Damien. El anticristo. El famoso 666. Cuando se piensa en La profecía es inevitable que, entre las primeras ideas que vienen a la cabeza, no surja la imagen de ese aterrador niño que un día, con la muerte de su primera institutriz, abandonó todo rasgo de inocencia para empezar a convertirse en la maldad personificada sobre la Tierra. Tiene sentido: la infancia y el horror son una combinación fascinante.

Probablemente, el diabólico rostro de Gage también sea una de las primeras imágenes que recuerdan a Cementerio de animales. De todas formas, La profecía conlleva algo más que el mero efectismo de una figura diabólica e infantil. Es más bien lo que implica esa figura, lo que da lugar a ir más allá de la película original de Richard Donner, ya que sus secuelas tenían mucha razón de ser. Damien se convirtió en el Anticristo. Eso es lo primero. Pero ¿cómo va a conquistar todo? Ahí aparece ese gancho brillante que es la necesidad de que su crianza avance en un núcleo de poder. Política y dinero. No hay mucha vuelta que darle.

Pasemos a otro tema. Importa poco y nada ver «la cocina” de todo ese plan infernal. De ahí a que la película de Donner haya utilizado tan poco tiempo para eso. Le encuentran una familia poderosa al hijo del Diablo, llega el momento en el que tiene que responder a su llamado y ya está. Empieza el fin. De hecho, probablemente hayan sido muy pocos los que se preguntaban más sobre la madre de Damien. Falleció y punto. Entonces ¿qué razón tiene esta precuela?

Sencillo. Una conexión meramente referencial y en la que lo que parece un simple refrito (algunas de las muertes, por ejemplo) no se apoya en el homenaje burdo sino en un sentido. ¿A nadie le llamó la atención que el brillante primer teaser de la película sea en reversa? De cierta manera, esta lucha entre el bien y el mal tanto en la obra de Donner como en esta precuela juegan con la repetición que podría atribuírsele a una fuerza sobrenatural que requiere de un mecanismo específico para crear y criar (o despertar) al mal. La teología sistemática del cristianismo. La praxis. La iglesia y sus verdades, puestas a disposición de todos los creyentes a través de las escrituras y las ceremonias que giran alrededor de ellas. En este caso, a la inversa, al igual que los crucifijos que siempre suelen darse vuelta en las películas de horror religioso.

Margaret (una brillante Neil Tiger Free) es una novicia americana que llega a un orfanato de Roma para tomar sus votos. Todo transcurre en 1971, durante un convulsionado contexto político que, sin involucrar a la Iglesia directamente, la empieza a poner en jaque como institución. Mientras tanto, Margaret comenzará a advertir extraños comportamientos dentro del convento, especialmente relacionados a una problemática joven llamada Carlita, que pasa los días entre encierros y castigos. De a poco, Margaret comenzará a recibir las advertencias del Padre Brennan (Ralph Ineson, con una imponente voz que crea climas a la par de la notable puesta en escena), que sabe bien que en ese orfanato se está planeando la llegada del Anticristo.


De por sí, La primera profecía se desarrolla bajo parámetros insólitos en el terror mainstream de estos tiempos. Durante todo el primer acto y una gran parte del segundo, la película se desarrolla sin prisa, apuntando al desarrollo de los personajes y aumentando la tensión a base de recursos mínimos, pero notablemente ejecutados. En ese sentido, no estamos ante una obra que se apoye en vulgares jumpscares para justificar el terror, ya que este está oculto en el misterio, en lo que esconde ese convento que, aunque ya sabemos lo que planea, no sabemos del todo bien cómo lo va a llevar a cabo.

No es hasta el final del segundo acto y todo el final en el que el terror empieza a manifestarse dentro de la imagen, aunque lo hace apostando como una verdadera película de horror, frente a una fuerza opositora que sabemos que es invencible, abominaciones escondidas o que se ven con el punto de vista de un rostro tapado por una máscara e imágenes construidas con el surrealismo necesario de toda gran pesadilla. En definitiva, el terror está en todos lados. En la amenaza, en lo físico y en lo psicológico. Hay un montaje paralelo electrizante que resume esta idea a la perfección, en el que mientras vemos a Margarete a punto de hacer un gran descubrimiento también vemos la perturbadora ceremonia de iniciación de una de las novicias. Un momento fascinante en el que la edición, los climas, la violencia de la imagen y la banda de sonido no dejan absolutamente nada librado al azar.

La primera profecía no es una película de horror excelente porque quiere ser como las grandes obras de género de los años 70. Es excelente porque toma lo mejor de esa tradición para un fin y no para la aprobación de todo tiempo pasado. Espanta porque no necesita ridiculizar al gran villano para demostrar su maldad. Duele porque la cámara sabe cómo filmar la invasión y deshumanización de los cuerpos que retrata en situaciones extremas. Arkasha Stevenson tiene pulso, conciencia y sin lugar a dudas no solo conoce el género. Sabe lo que es el cine y el horror: el de verdad.



TÍTULO: La primera profecía
TÍTULO ORIGINAL: The first omen
DIRECCIÓN: Arkasha Stevenson.
ELENCO: Bill Nighy, Nell Tiger Free, Ralph Ineson, Sonia Braga.
GÉNERO: Terror.
ORIGEN: Estados Unidos.

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