2 de mayo de 2024

Salvar uno, agradecemos todos

En 1939, el corredor de bolsa Nicholas Winton decide viajar a Praga para ayudar a transportar a cientos de niños refugiados ante la llegada Nazi al país. Décadas después, el mismo Winton no deja de pensarse si pudo hacer aún más e intenta reivindicar dicha historia.


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Por Ignacio Pedraza

Es inevitable, en un primer momento, relacionar Lazos de vida (One Life, 2024) con el clásico de 1993 de Steven Spielberg. De hecho, si no nombramos el título y nos basamos en la sinopsis de la producción de BBC Films, sabemos a cuál del maestro nos referimos. Ahora bien, tal así como es inevitable el recuerdo a la historia de la niña de rojo, también es casi obligación tomar en cuenta al proyecto protagonizado por Anthony Hopkins por sí solo, quedando mucho mejor posicionado obviando comparaciones. Ahora sí, salimos del lugar común.

El joven corredor de bola Nicholas Winton (Johnny Flynn, en su versión joven) emprende la riesgosa tarea de viajar a Praga, días después de que Adolf Hitler tome Los Sudestes y Checoslovaquia se vea en serio riesgo. Ante semejante situación, Winton decide transportar a cientos de niños refugiados a Maidenhead, buscando abrigo para aquellos perseguidos por la Gestapo.

El director James Hawes decide retratar a través de dos líneas temporales la historia del protagonista: en las vísperas a la Segunda Guerra Mundial, basándose en el crudo trabajo del filántropo para planificar el viaje de los chicos y las trabas burocráticas; y por otro lado, durante fines de la década de los 80, con un anciano Winton (Hopkins) reviviendo la situación y tratando de dar a conocer la historia a través de los medios de comunicación.

Al no llevar adelante la cronología de manera lineal e ir alternando entre las dos etapas de la vida del interpretado por Flynn y Hopkins, el relato se vuelve dinámico y con una dualidad que permite jerarquizar ambas etapas: la epopeya es importante, pero el guion de Lucinda Coxon y Nick Drake logra darle igual de interés, a través del drama más intimista, a lo vivido por el protagonista ya cuando la guerra finalizó y la tarea estaba terminada, puntualizando en el post y las secuelas en el propio Nick a lo realizado.

A esto se suma diferentes cuestiones que también se abordan, porque más allá de la riesgosa tarea también se visualiza la involucración civil de la misma. En muchas ocasiones se subraya la decisión de participar por parte de Winton, sin la necesidad de hacerlo y el obvio peligro que implicaba; donde también se destaca el rol de su madre Babi (Helena Bonham-Carter, en un registro enérgico pero sin el histrionismo habitual). El trabajo no es solo de Nick, más allá de no dejar de ser una biografía, sino que está acompañado por otras importantes figuras de la historia como Trevor Chadwick (Alex Sharp) o Doreen Warriner (Romola Grai).


Dicha temática podría recurrir fácilmente al golpe bajo. Sin embargo, el drama logra ser emotivo sin caer en sentimentalismos, donde inevitablemente se refleja en la empatía que el espectador tiene ante dicha situación. Es decir, el director no se apoyó en ningún momento en el recurso más sencillo que se ofrecía, y sus atributos narrativos permiten florecer naturalmente en la conmoción.

La emotividad se causa en cierta parte por la interpretación de Hopkins: con total naturalidad, el actor nos brinda un enorme trabajo y que evidencia que estamos ante un genio de verdad –aunque ya estuviera comprobadísimo-. Su rol se congenia de gran manera con lo hecho por Flynn en sus años más juveniles, por lo que hay una inmensa cobertura en el papel protagonista.

Tanto para aquellos que desconocían la hazañosa tarea de Winton, como para entendidos que quieren ver su adaptación en la pantalla, Lazos de vida no falla para ver la historia de “los niños de Nicky”, cumpliendo con los parámetros correctos del género –en una escala más baja respecto a la grandilocuencia de la ambientación en producciones populosas- y que es ineludible su emoción.


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