28 de marzo de 2024

Lidera el ranking de recomendados en Netflix

Alejada de la investigación policial, “Pipa” (Luisana Lopilato) busca paz y decide mudarse a La Quebrada junto a su hijo. Sin embargo, una muerte que rodea a personalidades destacadas del pueblo la tendrán nuevamente en acción.


Por Ignacio Pedraza

Luego de conocerla con profundidad en Perdida (2018) y La corazonada (2020), esta semana llegó a Netflix el epílogo de las aventuras de Manuela “Pipa” Pelari, personaje creado en las novelas de Florencia Etcheves y que tuvo su interpretación en manos de Luisana Lopilato.

Esta última historia, que lleva el nombre de apodo de nuestra protagonista, se sitúa en el norte de nuestro país, donde la expolicía busca llevar una vida más tranquila junto a su hijo y su tía luego de lo sucedido anteriormente, con el tormento de su amiga Cornelia (Amaia Salamanca) aún en su cabeza. Sin embargo, tras una fiesta celebrada en la casa de la poderosa familia regional Carreras, la joven Samanta Sosa aparece calcinada en las afueras. Más allá de intentar quedarse a un costado de la situación –junto a una vida social prácticamente ausente- las presiones de sus allegados harán que Pelari vuelve al mundo de la investigación.

Dirigida nuevamente por Alejandro Montiel y basada en la novela Los crímenes del Sur –donde la autora también formó parte del guion junto al realizador y Milagros Roque Pitt– llegamos al cierre del personaje, y aunque se posiciona un escalón más alto que su antecesora, vuelve a presentar un policial previsible y una composición de personajes genérico que cuesta entenderlo.

Un punto alto del proyecto es su localización: la mayoría de las grandes producciones argentinas las encontramos en la urbanización de Buenos Aires –más precisamente en Capital Federal- y poder observar otros paisajes de nuestro amplio país es siempre un detalle a destacar. Al igual que sucedió con otro largometraje de este año como fue Las Rojas (2022), los ojos se deleitan con la fotografía repleta de naturaleza y colores vivos en la pantalla.

Y si bien esto se festeja, no alcanza: a diferencia de La Corazonada los círculos por los que se mueven los personajes parecen más amplios, abarcando temáticas como la corrupción policial, la política y la disputa de intereses en la megaminería que conforman un universo realmente problematizador. Sin embargo, esto solo sirve de contexto porque muchas de los temas tratados son pasajeros o, con el caso de la detención del líder coya, que su inicio parece más potente y sólo resulta sub-trama olvidado sin ningún tipo de profundización.

Todo lo enriquecedor o mínimamente interesante que ofrecía en la película del 2018, las características de su investigadora brilló por su ausencia. La historia de la protagonista pierde toda su esencia y su personalidad podría formar parte de cualquier policial o película de acción original, donde pasaría por las mismas situaciones al no encontrar en la narración un arraigo con su pasado más allá de escasas menciones.

El abanico de personajes -casi estereotipadas y con el trabajo en algunos reconocidos actores y actrices en lograr la tonada de la zona- junto a sus respectivos intereses son predecibles más allá de alguna mínima vuelta de tuerca sobre el cierre, que igualmente no cambia la lógica en sus motivaciones.

Entre tantas cuestiones, el cierre es uno de los detalles que más llama la atención: tomándolo como final para un personaje que fue el nudo central de una trilogía –algo no común en la filmografía argentina- el climax ya apuntado más a la acción que a la investigación, que llega de manera fácil, es apresurado igual que su acto final, con pocos detalles sobre las consecuencias del conflicto y desapariciones de sus personajes sin mucho justificativo; pero principalmente poco sabemos del personaje que lleva el nombre del film tras los sucesos.

Así llegamos a la conclusión de los sucesos de Pipa, una de las que más se posicionó dentro del género estos últimos años y uno de los ofrecimientos que tiene Netflix en materia nacional.


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