¿Verdad documentada?
El matrimonio Siegel intenta impulsar el uso de casas ecológicas a través de un innovador método ecologista. Dicha originalidad es retratada en un documental para la cadena HGTV, que retratará todas las ambiciones e intereses de la pareja.
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Por Ignacio Pedraza
No es tan fácil describir una serie como The Curse (2023). A algunos puede costarle entrar o buscarle el sentido a la creación de Nathan Fielder y Benny Safdie, que cuenta con tantas vértices a través del simbolismo que puede resultar lioso.
Ya de por sí el arranque es novedoso –aunque no necesariamente disruptivo-: la pareja compuesta por Whitney (Emma Stone) y Asher (Fielder) intentan establecer un nuevo tipo de casas ecológicas en la comunidad de La Española, y todo ese camino es retratado a través de un documental de la cadena HGTV dirigido por Dougie (Safdie). Claro que la producción no va por el camino más natural ni asequible posible, sino que su formato y el tema de qué retratar –evitando cuestiones problemáticas apuntando a maquillas los focos de conflicto- son discusiones continuas.
Cabe destacar que lo mediático no es lo único de la trama, ya que si bien están inmersos en dicho proyecto el matrimonio debe lidiar con otras situaciones. Desde una supuesta maldición de la joven Nala (Hikmah Warsame) que logra inquietar al protagonista –y que fundamente el título de la serie-, hasta las propias lógicas y disputas indígenas que tiene el estado de Nuevo México ante la ocupación del territorio, los Siegel tratarán de naufragar entre tanta disputa.
De dichos focos problemáticos sus creadores aprovechan para retratar diferentes temáticas sociales desde el absurdo en tono de comedia negra, pero también con un gran logro al convertir todo ese contexto en una nebulosa anubarrada y con el suspenso en su pedestal. La propuesta de Paramount+ y Showtime logra un cambalache en el buen sentido, donde su desbarajuste narrativo enriquece el código creado para llenarlo de despistes.
La historia va de menos a más, aunque desde un arranque se evidencia su doble sentido y el espíritu Lyncheano se hace presente, tanto en la lógica impuesta por la mente de Fielder-Safdie como en las características cínicas e hipócritas de algunos de sus personajes. Dicho crecimiento exponencial en los conflictos se escabulle de lo verosímil y casi que hasta decide experimentar con lo creado, donde se evidencia en su último capítulo.
Dicha invención se fortalece a través de la fotografía de Maceo Bishop, donde logra diferenciar entre los iluminados focos del ficticio Fliplanthropy/Green Queen, y la pringosa imagen tras bambalinas y el retrato a la comunidad, donde no faltan los zooms y los primeros planos para jugar con el sofocamiento. Por su parte, para formar ese clima bien latente que se crea cuenta con muchos atributos la musicalización de John Medeski, encubriendo a través de sus tonos confusos.
Sin embargo, la vaguedad por la que se caracteriza la serie inevitablemente tiene que ver la interpretación de su trío protagónico –quienes también ejercen de productores ejecutivos-.
Cada uno en lo que más sabe hacer –y con antecedentes similares, por lo que no llama la atención-, los despreciables personajes están perfectamente caracterizados en sus respectivos trabajos. Quien logra sobresalir es Stone, con la capacidad de manifestar diferentes capas y un proceso de transformación de su Whitney, a diferencia de los contenidos interpretantes masculinos.
The Curse tiene una gran virtud: logrará ser comentada, debatida y hasta criticada posterior a su visionado de manera justificada, pero costará ser indiferente tras el consumo de sus diez capítulos; que tiene mucho por decir y enjuiciar de los tiempos modernos, de una forma realmente notable.
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