26 de abril de 2024
Quer?a borrar esas im?genes infernales de mi retina…

Era una tarde aburrida cuando regres? el demonio. Mi novia -no puedo creer que sea m?a- me esperaba en la noche para tomar algo en su casa y planear la mega fiesta de Halloween que estaba por ofrecer dentro de apenas un mes. El libro estaba en su lugar, un caj?n de madera para el que no ten?a ning?n uso hasta entonces. Como acostumbro me prepar? para merendar mientras miraba tv para despejarme, tal vez ese canal de realities baratos MTV. Burda diversi?n para dejar a mi cerebro desconectarse, lo anhelaba, quer?a borrar esas im?genes infernales de mi retina.


Por Rodrigo Vega

Cada vez que parpadeaba volv?a a reproducir la secuencia de torturas. Las personas expres?ndose en alaridos no ten?an opci?n, el martirio que esas criaturas les estaban provocando era espantoso. Sent? la sangre salpicarme, percib? claramente los nauseabundos olores de los ?rganos, me convulsion? cuando sus mand?bulas comenzaron a comer. Tuve que cubrirme la boca y correr hasta el ba?o para vomitar su maldad, ese ?xido, ese sabor a comida podrida. Era demasiado para un simple estudiante resentido. Y lo admito, jam?s cre? que algo de eso pudiera ser real. Despu?s de todo apenas se encontraba contenido en un libro olvidado por todos aparentemente, menos yo. Lleno de polvo, roto en cada p?gina por el paso del tiempo, el descuido, lo dejaron abandonado a desintegrarse en el olvido. En la humedad del s?tano de la biblioteca que yo casualmente estaba limpiando como parte de mis obligaciones de asistente, un trabajo de verano que se extendi? todo el a?o.

Primero lo primero: antes de que sucediera lo imposible, yo fui despreciado por a?os. Eran chicos de mi edad con los que crec?, fui a la escuela y encontr? en cada deporte que trat? de practicar, cuando a la vez si dejaba era para alejarme de ellos. Pero solo me permit?an hacerlo una vez al a?o, entonces lamentablemente, si dejaba f?tbol y empezaba b?squet ellos estaban all?. No todos, los suficientes para hacerme la vida imposible. Sin ser gay ni nada, no necesitaron de esos estereotipos para detestarme y molestarme. Supongo que mi contextura delgada y fr?gil no ayud?, sino que los potenci?. Era su chivo expiatorio. Porque esto es un pueblo y no hay mucho para hacer, me toc? ser el que usaban para evitar estudiar y abusaban para divertirse un d?a rutinario. ?Qui?n dir?a que un libro me dar?a la respuesta a mis m?s macabras plegarias? Por otra parte, ?qui?n no? Despu?s de todo en cada historia de horror nada bueno sale de un texto abandonado.

Como sea, abr? ese libro una tarde mientras rumiaba insultos para todos esos idiotas porque una vez m?s se hab?an dedicado a burlarse de m?, golpearme ?accidentalmente? con cada pase en b?squet y luego intimidarme de camino a casa. Este pueblo tiene mucho bosque, es hermoso pero tan ?til para que tarados te jodan sin que alg?n adulto los vea. Entonces ah? estaba yo, obligado a terminar un informe de f?sica con tres de estos in?tiles en mi grupo (ellos no me dejaban opci?n, eso est? claro). Deseando en voz alta pues no hab?a nadie en la biblioteca, que algo me diera el poder para ponerlos en su lugar, en mi lugar cuando ellos me agred?an. Creo que exager?. ?Desear?a que algo estuviera bajo mi control para poder matarlos lentamente y no ser culpado por eso?, dije. Escuch? que un ba?l se movi?, pens? que alguna rata lo hab?a hecho, luego sabr?a que no.

Deb? esforzarme m?s para no creer. Usar mi sagacidad y los archivos de mi memoria sobre estos temas para evitar el libro, jam?s deb? abrir el ba?l. La premonici?n era evidente. Lo era y aun as? con mi joven vida tan derruida por culpa de estos imb?ciles, no pude hacer mucho por contenerme, no quise hacer nada al respecto. Abr? el candado oxidado sin esfuerzo y encontr? mi biblia. Ese libro de 1113 p?ginas fue le?do obsesivamente por dos meses. Jam?s dej? de tener pesadillas, una y otra vez la misma secuencia, bestias horribles desmembrando j?venes en alguna casa, no pod?a ver sus rostros. Lo consider? el precio por leerlo tantas veces, era una buena historia de terror de un autor desconocido. No ten?a que temer, hasta que el autor se present? en mi casa…

Cuando se cumplieron 66 d?as exactos desde que encontr? el libro, una ma?ana de domingo mientras mis padres se encontraban de viaje, alguien golpe? mi puerta. Semidormido mir? por la ventana y me pareci? ver una sombra bajando de un espectacular BMW azul oscuro descapotable quemando el c?sped mientras avanzaba. Luego me mare? por haberme levantado de golpe de mi cama, por eso no prest? m?s atenci?n a esa figura que vi. Este tipo, no acusaba m?s de 25 a?os, y sin embargo era imposible que fuese tan joven. Su texto deb?a tener al menos 150 a?os por el estado en el que estaba. Nunca me aclar? si cuando se refer?a a ?la obra? hablaba del legado de la obra de su padre. Lo que tendr?a m?s sentido, me guie con esa idea. Le cont? algo de mi vida, lo suficiente. Por alg?n extra?o motivo no tuve reparo en decirle sobre mi situaci?n con mis compa?eros de secundaria. Deb? creer que me entender?a porque su trabajo me ayud? bastante a distraerme e incluso a defenderme.

Me volv? algo vengativo y agresivo. Tend? muchas trampas para que los profesores notaran que ellos no estudiaban nunca. Progresivamente comenzaron a bajar sus notas, los tomaban desprevenidos para una lecci?n o para defender el pr?ctico. Predecibles se enfurecieron conmigo, no porque supieran los muy est?pidos que yo era el responsable, sino porque era su chivo expiatorio. Las pesadillas continuaban y con ellas aprend? a herir, c?mo hacerlo, d?nde, con qu? intensidad, qu? utilizar. Esas im?genes demon?acas ard?an en mis p?rpados por la ma?ana pero me dejaban conocimiento. La din?mica entre el texto y yo era similar a la de Arnie y Christine en la novela de King.

Los eventos que llevaron a que yo estuviera tranquilo por primera vez en a?os no fueron accidentes, se intensificaron cuando este joven autoproclamado autor del libro apareci? en mi vida. Era la ?nica novedad, fuera del texto en s?. Y en mi opini?n la ?nica posibilidad de cambio y alteraci?n en mi rutina. Escudri?? sus expresiones, palabras, presencias, ausencias, paradero, alojamiento, lo vigil? porque tem? por mi vida. Luego cre? que estaba siendo paranoico. Result? que ten?a raz?n. Mis ?compa?eros? de estudio de pronto no quisieron juntarse m?s conmigo gracias a una paliza que les di triunfalmente. So?? que adquir?a fuerza y destreza para luchar, cuando despert? la ten?a. Les tent? provoc?ndolos, los llev? lejos de la escuela al bosque y all? ejecut? mi venganza. El l?der atac? primero, una manada de hijos de puta result?. Le doblegu? con mis habilidades para las artes marciales que no ten?a hasta la pesadilla de la madrugada anterior. Lo dej? en el piso escupiendo sangre, pude haberlo matado pero quer?a que viera como ca?an sus amigos, los otros animales. Vinieron sobre m? a la vez, para demostrarme que no soy nada. A ellos les fue peor incluso que al otro idiota… una hora, dos mu?ecas, dos costillas y tres dedos fracturados, un hombro dislocado. Un diente escupido, mucha sangre, l?grimas y ruegos despu?s, era libre. Lo que provoc? dos cosas: reprobaron en casi todo excepto gimnasia (asumo que los profesores estaban esperando con ansias poner a estos pendejos maleducados en su lugar) y pude acercarme a ella.

Ella, Natalia, no me prestaba atenci?n. Claro, c?mo podr?a si era mayor que yo. Apenas dos a?os pero las mujeres siempre buscan tipos mayores que ellas. Y bueno, yo con 17 a?os, no era precisamente lo que estaba buscando. Eventualmente supe que ten?a novio, por casualidad, ya que no lo mencionaba nunca. La conoc? haciendo una pasant?a en la empresa de su padre. Estudiaba administraci?n de empresas en la ciudad durante la semana y regresaba los viernes para trabajar en la oficina de su padre a la tarde y los s?bados todo el d?a conmigo. Dem?s est? decir que esos d?as eran lo mejor de mi semana.

Hablando hasta tarde un s?bado seis meses antes de Halloween dej? sin querer mi mochila abierta, mi libro cay? no casualmente al piso. El ruido la atrajo. Como lo hizo conmigo, despert? su curiosidad. Cuando regres? ella estaba tan concentrada que ni me not?. Tuve que tocarle el brazo para sacarla del estado de trance. Su mirada era distinta, transmit?a inter?s, escepticismo, ?atracci?n? No me atrev? a pensarlo pero ah? estaba, yo me acababa de convertir en una opci?n razonable a pesar de mi edad. Me bes?, nos desvestimos, fui feliz. Dos semanas despu?s me devolvi? el libro. No era habitual verla sonriente, la conoc?a desde hac?a un a?o y solamente en la semana pasada la hab?a visto radiante. Trat? de atribu?rmelo.

Pronto lleg? esa tarde, el autor regres? a mi casa tras meses de no verlo ni saber sobre ?l desde que hab?a dejado el pueblo. Me pregunt? en voz alta donde estuvo ?en la ciudad?. No consider? que tambi?n ella estuvo en la ciudad toda la semana. Despu?s de todo yo era el otro, su novio Javier estaba siempre en la ciudad, planeaba volver para la gran fiesta de Halloween en un mes. Ella no se hab?a molestado ni una vez en nombrarlo. A m? no me importaba ser su amor furtivo, permanecer escondido, en tanto pudi?ramos estar juntos, no importaba de momento.

El sujeto luc?a ansioso, espectral, ya no me daba miedo su presencia, las pesadillas consum?an mis temores. Esos horrores eran capaces de arrastrar al lector hacia la locura. Me preocup? por ella. Le pregunt? si estaba teniendo pesadillas, me tranquiliz? neg?ndolo convincentemente. Guard? el libro sin intenci?n de volver a prest?rselo para que no le sucediera lo mismo. S?, lo s?, fui ingenuo. ?l no me pidi? el libro, ni una vez. Eso era muy raro, no puedo creer que no me alertara por esto. De alguna manera le era imposible tocarlo. Me confes? que las atrocidades que yo ve?a en mis sue?os eran en realidad visiones. El libro me dar?a lo que ped?. Lo que mi esp?ritu anhelaba cuando lo abr? por primera vez. La muerte de todos esos abusadores, agresivos, pat?ticos pelotudos. En lugar de horrorizarme sonre? al autor. Ver su sonrisa en respuesta se sinti? como estrechar la mano despu?s de hacer un trato. Como dar mi palabra, una forma fantasmag?rica de compromiso. Algo me impidi? tocarlo, quiz?s mi instinto de supervivencia, mi inconsciente tom? nota de su sombra quemando el pasto para que yo no lo tocara nunca, ?l era venenoso. Me explic? que yo tendr?a que cargar con el peso del texto, por ser mortal. Su sonrisa volvi? a brillar ansiosa, sus dientes semejantes a los de las aberraciones que aterrorizaban mis sue?os. Revel? sin reservas su naturaleza demon?aca, dej?ndome vislumbrar su verdadera apariencia. Y ninguna pesadilla me prepar? para esta abominaci?n.

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