19 de abril de 2024

La nueva película de Kevin Macdonald llegó a Paramount+

Mohamedou Ould Slahi se encuentra en Guantánamo sin sentencia, pero Estados Unidos entiende que fue responsable del 11-S. De la mano de una dupla de abogadas, buscarán la verdad del protagonista en un camino repleto de entramados políticos en un contexto donde la culpabilidad era obligatoria.


Por Ignacio Pedraza

Cuando el nacionalismo no se hace presente en las producciones, y las banderas se caen de la misma manera que los derechos humanos, nos encontramos con historias que realmente golpean y hechos que parecen salidos de las narraciones más retorcidas posibles. Algo así sucede con El mauritano (The Mauritanian, 2021) donde nos encontramos con una película basada en hechos reales a través del libro Diario de Guantánamo que parece salido de los espacios más ficcionales posibles.

Quien relató dichas vivencias fue el propio prisionero, Mohamedou Ould Slahi, quien en el largometraje es interpretado por Tahar Raim. Para su adaptación nos encontramos en la silla de director con un especialista en el género político como es Kevin Macdonald, quien no tiene problemas en retratar de manera rigurosa las diferentes situaciones alrededor del secuestro –de manera institucionalizada- del oriundo de Mauritania.


Si bien ya contamos con algunos proyectos de este estilo, no es común encontrar dentro de la industria trabajos donde se evidencian la violación de los derechos humanos por parte de algunos países en específico. En este sentido, se la puede comparar con Reporte clasificado (The Report, 2019) ya que presenta la misma temática pero en esta ocasión nos encontramos con un caso específico.

Por ello mismo el director junto al trinomio de guionistas compuesto por MB Traven, Rory Haines y Sohrab Noshirvani se posicionan claramente desde dos perspectivas: la investigación al caso por parte de las abogadas defensoras Nancy Hollander (Jodie Foster) y Teri Duncan (Shailene Woodley) y de las fuerzas estadounidenses encarnadas en Stuart Coach (Benedict Cumberbatch), mientras que por otro lado las vivencias del propio Slahi en el país africano y cómo sufrió las diferentes torturas de los militares. El relato llega a su punto máximo cuando ambos caminos se unifican, y tenemos tanto a Hollander como a Coach leyendo informes que se transforman en explícitas escenas sobre el prisionero en el centro de detención. Si bien hay fuertes aspectos sobre esto último que lo hacen desgarrador, el realizador no decide ir por el sendero del morbo como en otras producciones para evidenciar la falta de empatía.

Sobre esto último Macdonald no debe poner el foco de manera visual continuamente ya que las sólidas interpretaciones nos permiten vislumbrar lo sucedido. La dupla de abogadas nos permite visualizar diferentes percepciones y tratos sobre el caso, desde un aspecto más idealista y otro propio de la experiencia, donde se luce Foster y en menor medida Woodley. Cumberbatch, por su parte, se posiciona desde la otra cara de la moneda pero también sigue un camino similar al personaje de la ganadora del Oscar, con apreciaciones encontradas a lo largo de las dos horas del film. Otro actor que logra destacarse en los pocos momentos que aparece es Zachari Levy como Neri Buckland, representando el extremo nacionalismo y un sentido de la justicia retorcido, enriquecido por una interpretación pocas veces vista del artista. Sin embargo, quien se lleva todos los aplausos es Raim, quien ofrece diferentes percepciones del prisionero y lo humaniza con –lógicamente- diversos estados de ánimo sin acartonarlo como simple víctima.

El drama decide posicionarse en un espacio temporal específico para su narración y no abarcar demasiado. Sobre el cierre podemos ver cómo siguió todo para el protagonista, donde sus pasos a seguir no fueron tan lineales. Aquellos amantes del género disfrutarán de la historia y otros podrán quedarse afuera por el ritmo –principalmente en la primera mitad-, en un producto que no será inolvidable pero sí destacable.

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