1 de mayo de 2024

Un cuento adulto con altura

Durante una conferencia en Turquía, la académica Alithea consigue un enigmático artefacto que despierta al Genio, esperando cumplir con su deseo que lo libere definitivamente.


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Por Ignacio Pedraza

No es nada fácil en los vertiginosos tiempos actuales un retrato basado en mitos y relatos que cuenten historias simples, y más aún cuando apunta al público adulto. Por eso el desafío era importante en lo último del multifacético George Miller con Érase una vez un genio (Three Thousand Years of Longing, 2022), basado en el libro El Djinn en el ojo del ruiseñor de AS Byatt.

Los organizadores de una conferencia sobre narratología en Estambul deciden regalarle un souvenir a elección a la académica Altihea (Tilda Swinton), y ella queda embelesada con un extraño artefacto. Tras frotarlo en su habitación, el Genio (Idris Elba) sale y, como casi que corresponden en las historias que incluyen a dicho personaje, le ofrece un deseo a cambio de su libertad. Pero, ¿por qué solo uno? Bueno, nuestro ser fantástico nos llevará por distintos lapsos de la historia para remarcar dicho concepto.

Y aquí es donde vemos lo más enriquecedor del último proyecto del creador de Mad Max, ya que los relatos del personaje de Elba abarcan conceptos no siempre llevados adelante en pantalla, tomando en cuenta Imperios y etnias retratadas en clásicos de la literatura o cuentos populares, algo de lo que hizo Byatt en la década de los noventa y que bien se ve reflejado en el trabajo del realizador.

Los conflictos de poder, las dificultades sociales y problemas personales se hacen presente durante la dialéctica esgrimida por el protagonista, en plena interacción con la doctora que tiene sus inquietudes antes de pedir el deseo, con una puesta de escena interesantísima más allá de no llamar la atención o ser su punto más fuerte. Sin embargo, cada uno de los cuentos –divididos en titulaciones- componen el discurso meta del lenguaje que se retroalimenta constantemente en la idea principal del largometraje.


Es que nada está de manera azarosa en el film, ni la profesión del personaje de Swinton, ni sus características, ni la relación con sus vecinas en Londres. Constantemente la trama se sitúa en la discusión sobre la narración, las formas de la misma y de la semiótica respecto a la estructura de los relatos. Desde un principio esto queda claro desde la voz en off y las visiones de la especialista, fortaleciéndose la problemática por los debates académicos que tiene la misma.

Pero la lectura de la comedia también podríamos situarla desde el género romántico, ya que entre los cuentos y relatos también se debaten entre los dos protagonistas la cuestión de la soledad y del amor, sus deseos y necesidades. Es que más allá de los elementos fantásticos que nunca apaciguan, el tercer acto del largometraje nos arroja directamente en estos aspectos y cómo florecen nuevas características en la narratóloga.

Érase una vez un genio, el reciente estreno de Amazon Prime –que contó con su exhibición en las salas- ofrece una diferente historia a la vista regularmente, se fortalece por la labor de sus dos protagonistas –apoyados por las recreaciones históricas- y vuelve a evidenciar que Miller puede navegar por diferentes géneros de gran manera.


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