19 de abril de 2024

La película de Sebastián Schindel es uno de los éxitos de la plataforma

En La ira de Dios una serie de misteriosas muertes familiares rodean a Luciana mientras un escritor y exjefe reaparece en su vida. Ella debe luchar por mantener viva a su hermana Valentina y, en medio de una encrucijada, revelar la verdad.


Por Ignacio Pedraza

El camino de las producciones argentinas realizadas por Netflix o que simplemente arriban a la plataforma gozan de diferente suerte en la proyección ante el público, la mayoría con opiniones generales bastante rotundas. Sin embargo, con La ira de Dios (2022) pueden dividirse las aguas en lo que refiere a la opinión del consumidor y la crítica, más allá de que el proyecto argentino es un verdadero éxito en la N roja.

En este caso tenemos a un escritor de best-seller como es Kloster (Diego Peretti), el cual tras acosar a su asistente Luciana Blanco (Macarena Achaga) sufre pérdidas personales irreparables y se verá envuelto en acusaciones nada más ni nada menos que de asesinatos múltiples. A la vez, toda esta situación será documentada por el periodista Esteban Rey (Juan Minujín), quien no está ajeno a la situación ni a sus participantes y llevará adelante la investigación intentando unir los cabos.

El nuevo trabajo de Sebastián Schindel parece abordar y unir varios aspectos que en trabajos anteriores eran temáticas principales, como vimos en El patrón: radiografía de un crimen (2015), El hijo (2019) o Crímenes de familia (2020); ya que si bien el suspenso mantiene el tono de sus películas, en esta ocasión nos encontramos que busca congeniar con el thriller psicológico y en menor medida el drama, sumado a algunos tintes de la investigación periodística con el personaje de Minujín.

Desde la narrativa se intenta generar un aire espeso, tanto desde la musicalización constante con el piano a las situaciones vividas por los personajes como de la narrativa no lineal que presenta la trama –en un Buenos Aires muy ventoso-, con una primera secuencia que ya nos adentra en el terreno del conflicto y que luego se vuelve caótico en la línea temporal a medida que van relatándose las secuencias.


En un papel similar al de El Reino, Peretti brinda un trabajo que se aleja de sus papeles más distendidos y es el principal responsable de ambientar todo esa atmósfera espera en la trama con un enigmático personaje. Si bien las interpretaciones en general son un punto positivo, el que parece desentonar es el de Minujín, no por la labor del artista sino por el espacio de un Rey más acartonado en la historia que presenta investigaciones periodísticas propias de las vistas en
En primera plana (Spotlight, 2015) o Zodíaco (Zodiac, 2007) y su grado de obsesión solo es por momentos, de distinta intensidad.

Algunas discusiones como el azar o lo místico –sin tocar lo religioso, más allá de lo que puede intuir el título- se hacen presentes de manera superficial y buscan enriquecer a través de los diálogos dichos debates para complementarse con el suspenso de los crímenes. Sin embargo, a diferencia del último trabajo del realizador, en este caso la correlación de hechos no deja tanto espacio a la incertidumbre o imprevisibilidad sobre la resolución ya que las cartas están bien mostradas sobre la mesa y son evidentes.

La llegada de ficción nacional se festeja con La ira de Dios, y en términos técnicos la nueva propuesta de Netflix no falla si no se la espera con tanta expectativa y no deja de ser una interesante propuesta por los nombres y su realización.

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