26 de abril de 2024

La delgada línea entre ficción y realidad

Los Ladrones: La verdadera historia del robo del siglo, el nuevo documental de Matías Gueilburt, es un magnífico complemento a la obra de Rodolfo Palacios y a la película dirigida por Ariel Winograd, aunque la presencia absoluta de “los ladrones del siglo” ofrece un agregado irresistible.


Por Ignacio Rapari

“La moral son las conductas que juzga la sociedad. La ética son las conductas que juzga tu consciencia, donde cada uno -depende dónde y cuándo nace- pone una línea y dice ‘de acá para acá está bien y de acá para acá está mal’. Y lo más loco de esto es cuando te movés muy cerca de esa línea”.

Fernando Araujo, la mente detrás del famoso “robo del siglo”, es quién se apropia de este análisis en los primeros segundos de la nueva producción nacional de Netflix. Las líneas en cuestión, al igual que las últimas del documental (que no develaremos) contemplan algunos de los análisis o interrogantes más comunes a la hora de hablar de este caso. Sí, hablamos de ladrones. De un grupo de personajes (porque no cabe llamarlos de otra manera) que un día decidieron estar del otro lado de la ley. La única diferencia es que el “cómo” ubicó a los protagonistas del robo a la sucursal Acassuso del Banco Río en un plano atípico. Y tal como expresa Araujo al inicio de Los Ladrones: La verdadera historia del robo del siglo, la línea ética en este emblemático episodio del crimen argentino es demasiado fina, tanto para los propios protagonistas como para una gran parte de la sociedad, a la que siempre -y cada vez más- le costó condenar el accionar de estos asaltantes que parecen salidos de una simpática ficción en la que el delito tiene una razón de ser, no hay sangre y todo se desarrolla con humor.

El documental de Matías Gueilburt (Patria, El Che) no prioriza aportar en demasía nueva información sobre el caso. Hablar de “la verdadera historia del robo del siglo”, salvo por mínimas cuestiones, parece responder mayormente a una cuestión publicitaria que de contenido. Todo lo que se ha leído en la obra de Rodolfo Palacios Sin armas ni rencores o visto en El robo del siglo, el último éxito de Ariel Winograd, está presente en la nueva producción de Netflix, aunque aquí el gran atractivo radica en una cuestión para nada menor: la presencia absoluta de los ladrones en la pantalla. Básicamente, si alguien creía que el Araujo de Diego Peretti resultaba excéntrico, hoy pensará que la interpretación estuvo demasiada contenida.

Cada uno de los verdaderos protagonistas de esta historia (en especial Araujo y Vitette -el hombre del traje gris-, quizás los más cinematográficos) aportan un poder irremplazable, no solo por el hecho de ser los autores del inolvidable robo sino también por las características y/o circunstancias que los definen: “artistas” que buscan la trascendencia, conocidos que en un día común y corriente dicen “por qué no” y carismáticos ladrones de raza. Gracias a los gestos, reflexiones y conclusiones de estos personajes -y un montaje que sabe explotarlos desde la puesta, una atractiva reconstrucción del hecho y hasta contra testimonios-, el conocido caso termina lejos del agotamiento y hasta adquiere una mayor fascinación, algo que no es poco teniendo en cuenta lo que ya ha logrado en transposiciones anteriores.

Los Ladrones: La verdadera historia del robo del siglo probablemente sea el “techo” que puede alcanzar el asalto al Banco Río en la cultura popular. La soberbia labor de Gueilburt en la dirección y la infinidad de material que hay sobre el crimen al menos vaticinan eso. Pero con estos peculiares personajes –sinceramente- es imposible saberlo.



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