29 de marzo de 2024

La ficción como el modo de entender la vida

Repasamos a Pedro Almodóvar, ganador del Oscar y creador de grandes películas. Uno de los pocos directores que, a pesar de tener un estilo definido, nos sorprende una y otra vez.


Por Clara Migiliardo

Mucho se habla de las características del cine innovador de Pedro Almodóvar. El adjetivo no solo sirve para describir la ruptura que el director representó en la historia del cine, sino también para analizar las novedades que cada una de sus películas añade a la filmografía total del español. La paleta de colores siempre tiene cierta configuración, pero cambia y se amolda según la trama de cada cinta. Sus mujeres, constantemente aguerridas, se diferencian en sus variados puntos fuertes y circunstancias trágicas.

En su intención de mantener un estilo pero, al mismo tiempo, flexibilizarlo más y más en cada uno de sus largometrajes y cortos, Almodóvar observa con lupa a sus personajes e inserta disimilitudes imperceptibles que luego hacen ecos gigantes. Muchas de ellas se instalan en los cuerpos, recipientes de sus personalidades que los mueven a través de las historias que protagonizan. Analicemos dicho aspecto haciendo foco en los que habitan tres de sus películas más adoradas.

Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988)
Pepa
e Iván son una pareja dedicada al doblaje de películas. Luego de que Iván rompe con ella, Pepa se entera de algo y cree que se ex pareja debe saberlo a toda costa.
Cuando un director se aboca a trabajar estrictamente con un tema, resulta interesante ver cómo lo desglosa y experimenta con sus diferentes componentes. En este caso, Almodóvar le da protagonismo a la voz como vehículo de toda la película. Pepa e Iván son dos expertos en la encarnación de cuerpos extraños, cuerpos cinematográficos a los que ellos se encargan de darles palabras y emocionalidad. Una vez que se separan, Iván utilizará su tono de voz meloso para despertar melancolía en Pepa, y la última conjugará la típica agudeza de las mujeres de Almodóvar con lo resoluto de su propia voz, para hacerse con la suya una y otra vez. La relación más importante de esta película va y vuelve entre el contestador del teléfono de Pepa y los teléfonos públicos de la ciudad que Iván utiliza para enervar a su ex pareja. Las palabras juegan un rol central en esta película, especialmente aquellas que no se dicen cara a cara.

Todo sobre mi madre (1999)
Luego de una tragedia insostenible, Manuela viaja a la ciudad de su adolescencia en busca de un hombre importante para ella. En el camino, se encontrará con los vidrios rotos que dicho personaje dejo desperdigados en vidas de otras mujeres.
En este caso, Almodóvar trabaja con la ausencia de los cuerpos. No solo es la ausencia del hijo de la protagonista la que cruza cruelmente toda la cinta, sino la desesperación de que sus órganos se encuentren funcionando en otros cuerpos, es decir, que algo de él todavía siga latiendo en el mundo terrenal. También aparecen los cuerpos trans, tan protagonistas de la filmografía de Almodóvar por la importancia que representa abandonar el cuerpo biológico y su historia, y elegir uno más representativo del carácter de tal o cual personaje. Por último, los físicos ficcionales del teatro, que permiten a sus intérpretes hacer catarsis de sus catastróficas vidas personales. En ese punto, la elección de una obra tan encarnada como Un tranvía llamado deseo, no es casualidad. Desde los puntos más generales hasta los más catalíticos, Almodóvar subraya una y otra vez las desapariciones de cuerpos que, tarde o temprano, se reemplazan por otros.


Hable con ella (2002)
Dos hombres que, al principio, parecen completamente diferentes, se encuentran en un hospital y se apoyan el uno al otro a través de las tragedias similares que sufrieron las mujeres de sus vidas.
En esta película, Almodóvar sigue trabajando con los cuerpos ausentes pero, esta vez, de una forma no tan literal. Los cuerpos están, y más presentes que nunca debido a la quietud de sus estados vegetativos. Sin embargo, es la falta de vida lo que los caracteriza como desaparecidos. Ello se traslada a los otros dos personajes que se abocan enteramente a cuidar dichos cuerpos, sin relacionarse con el ámbito social que se gesta afuera del hospital. Desposeídos de las mujeres que aman, los protagonistas masculinos llenaran el vacío que sus cuerpos dejaron queriéndose el uno al otro. Ambos están detenidos en el parate que representa una persona en estado de coma, que puede tanto levantarse y caminar al día siguiente como quedarse postrada para toda la eternidad. Todos los cuerpos, tanto los que están conscientes como los que no, parecen detener el tiempo.

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