23 de abril de 2024

Una infancia espacial

Un hombre comparte fragmentos de su vida como un niño de 10 años en el Houston de 1969, y entrelaza historias de nostalgia con un relato fantástico de un viaje a la Luna.

Apollo 10 1/2: A Space Age Childhood – Cr: Netflix © 2022

Por Ignacio Pedraza

¿Cuál será el sueño más elegido por los niños y las niñas? ¿Ir al espacio? Pues Stanley está a punto de lograrlo: será el primer humano en pisar la Luna, como prueba de lo que harán días posteriores en el Apolo 11. Por eso Apolo 10 ½: una infancia espacial (Apollo 10 ½: A Space Age Childhood), la nueva película de Richard Linklater, se titula con una mitad menos al mítico viaje ya que sigue la vida de nuestro amigo alternando entre la realidad y fantasía, basado en la propia infancia del realizador.

Desde ya la propuesta es novedosa: con una animación propia de efectos anteriores de las cámaras digitales, pero pocas veces vista en otros proyectos, refuerza la temática del recuerdo con movimientos bien realistas. Eso sumado a la voz en off de la narración de un adulto Stanley (Jack Black) que nos acompañará durante todo el relato sobre sus vivencias en Detroit sobre el cierre de la década del 60.

Si bien hay un cariño evidente a lo relacionado con la astronomía, el espacio y el arribo del hombre a la Luna sirven como pretexto para acompañar a la familia, compuesta por seis hermanos en plena etapa de pre-adultez y adolescencia y con los dos padres haciendo malabares para intentar mantener el orden hogareño. La cuestión “fantástica” con respecto al viaje del propio niño nos interpela y nos indica cómo, planificando los viajes a otras tierras, se siente y va creciendo en la nuestra.

Uno de los aspectos –entre tantos- más destacados de Apolo 10 ½ es la rigurosidad histórica para albergar el contexto y la década tan cambiante como en la que transcurre. Linklater –quien también escribió el guión- nos trae verídicos aspectos políticos, sociales, culturales y mediáticos para esa familia de clase media estadounidense de la época, desde las condiciones económicas hasta las disputas por los gustos y usos que tenían musical y televisivamente, dentro de ese amplio abanico que ofrecía la diversidad de edades de cada uno de los integrantes.

Es impactante cómo la fantasía propia de la niñez se interrelaciona con los aspectos de la vida real que relata el adulto, con mucha connotación nostálgica sin caer en el golpe bajo. Stanley está acompañado por personajes que enriquecen la historia ya que cada uno cuenta con características propias, y a la hora de interactuar unas con las otras se generan situaciones diversas y dinámicas.

Repleta de simbolismos para correlacionar ambos aspectos en la vida del protagonista –el final marca claro lo apuntado por el director-, Apolo 10 ½ corre con aspectos propios del coming-of-age, donde algunas generaciones pueden quedar afuera de ciertos códigos y se interpela fuertemente a quienes ya cuentan en su documento con más de cinco décadas.
Richard Linklater incursionó en el género animado pero siguió su línea con respecto a la trama y, con una fuerte significación melancólica, se posiciona como uno de los proyectos más interesantes en la actualidad.

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