28 de abril de 2024

Siempre nos quedará Central Perk

Durante unas vacaciones, la familia Sanford recibe la incógnita visita de los dueños de la casa, buscando un refugio para pasar la noche ante algunas situaciones extrañas en Nueva York. Sin señal tecnológica ni noticias del mundo exterior, el matrimonio deberá confiar en los propietarios.


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Por Ignacio Pedraza

Amanda (Julia Roberts) irrumpe a su marido Clay (Ethan Hawke) con las valijas preparando las espontáneas vacaciones familiares, con el alquiler de una casa en una isla de Long Island. Con una moderna propiedad y la paz que no se encuentra en la ciudad, sumado a desperfectos tecnológicos que ahondaban más en el aislamiento ante hijos que no saben qué hacer sin sus artefactos, la familia se ve sorprendida a altas horas de la madrugada por el propietario GH (Mahershala Ali) y su hija Ruth (Myha´la Herrold) pidiendo quedarse esa noche debido a que el deterioro técnico parece ser más complejo que un simple problema.

Los fines de año parecen para Netflix el momento propicio para estrenar sus títulos apocalípticos –y vaya si en nuestro país los diciembres tienen otro sabor-, y lo que hemos visto con No mires arriba (Don´t Look Up, 2021) o Ruido de fondo (White Noise, 2022), se suma en la trilogía del fin del mundo con Dejar el mundo atrás (Leave the World Behind, 2023). Sin embargo, en este caso alejado de la comedia satírica de los casos de Adam McKay o Noah Baumbach y donde predomina el suspenso, de la mano de un especialista del género como es Sam Esmail.

Basado en la novela de Rumaan Alam, el largometraje aborda cuestiones sociales y apocalípticas pero desde la perspectiva de las dos familias que deben compartir el techo, y situada en la isla profundiza aún más el aspecto delimitado para no contar con toda la información de lo que sucede en el exterior. Sin caer en la ciencia ficción, el uso de planos y musicalización a cargo de Mac Quayle –sumada a la fotografía de Tod Campbell donde después del primer acto decide obviar de la luz solar plena- juegan con la sensación de algo más.


Aprovechándose de eso el guion del propio Esmail logra emerger diversas vertientes, desde teorías conspirativas hasta disruptivos conflictos entre sus protagonistas, siendo la interacción entre ellos lo más enriquecedor junto a la creación del ambiente latente. Sin embargo, y en función al tono paulatino que ofrece, solo se observa un quiebre sobre el cierre que se ve personificado en el personaje de Kevin Bacon.

A la construcción gradual del film, se suman los simbolismos que decide recrear el realizador con los siervos como emblemas de lo abstracto. Toda dicha edificación tiene su cierre de obra con una explicación muy convincente que el personaje de Ali nos allana para despejar las dudas que podían generarse. No obstante, la metáfora más importante –y que la película mantiene- es respecto a las relaciones humanas, y el consumo escapista a la sociedad que representa la joven Rose (Farrah Mackenzie), con su interés por el amor entre Ross Geller y Rachel Green.

Si en el proyecto de McKay vimos sarcásticamente el rol de los medios y las fake news, y en el de Baumbach sobre el consumismo; en este caso Esmail triangula las extremas situaciones tratando cuestiones políticas y sociales de manera más sobria y pulida, aunque su último trabajo no quede en el recuerdo entre las joyas del género.


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