3 de mayo de 2024

La calma antes de la tormenta

Bruno y el perro corrieron por el parque jugando todas las noches esa primera semana de octubre. Entre bromas que costaron el arreglo de varias macetas decorativas del gran jardín central, ellos disfrutaron la calma antes de la tormenta. No era su perro, no tenía nombre aun, ni siquiera estaba vivo. Pero habían generado un vínculo. Como se acentúan los cambios con el transcurso del tiempo, una oración escrita con tinta fresca de una pluma de oro que, al secarse, parece como si hubiera estado allí desde siempre.


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Por Rodrigo Vega

SUR

Tal rareza conmovió las energías adormecidas bajo el pasto siempre verde, algo inexplicable en ciertas etapas del año. Había pasado demasiado tiempo, décadas enteras, desde que la gran propiedad presenciara un suceso como este. Era un momento de dicha tan bello en su simpleza y complejo en su manifestación, que no podría ser ignorado por aquello subyacente.

Un heredero y un ánima unidos… Nuevamente.
Mientras Bruno jugaba ese domingo por la noche, notó protuberancias en el suelo que antes no había visto, pero lo atribuyó a raíces ocultas por hojas, o simplemente detalles que le eran indiferentes. Continuó jugando a tirar la pelota con el perro, como ya era costumbre, cerca de las 20 horas cuando la noche se asentaba sobre la ciudad. Hasta que escucho un crujido, lo suficientemente alto para desconcentrar al perro, que de inmediato comenzó a gruñir.

La tierra tembló, ¿era esto un simulacro? No parecía obra de Martín, ni estaba Julia a la vista, en complicidad de ambos para tratar de jugarle otra broma pesada a Bruno. Nadie más que ellos dos en una noche incluso más anónima y solitaria en el barrio que de costumbre. ¿Acaso algún caño estaba roto? ¿Era esa la razón por la cual sintieron el temblor? Claro que no, podría serlo en cualquier otro vecindario, pero no aquí, donde cada extraño ruido tenía una explicación aún más extraña.

La tierra comenzó a moverse siguiendo un patrón, una palma enorme se dibujó bajo sus pies y en ellas las raíces fueron expuestas como las venas en una persona cuando tiene deficiencia extrema de potasio, tétrico e incomprensible hasta encontrar el motivo. Excepto que el lapso para descubrir la causa era inexistente. No tuvieron más que un par de segundos de ventaja para reaccionar frente a la masa que comenzó a levantarse a su alrededor.

El perro lo presintió, algo habitual en animales vivos, echándose a correr como si estas plantas fueran capaces de herirle; incluso cuando poseía la cualidad de atravesar materia a su voluntad. Al verlo, Bruno comprendió el peligro en el que se encontraba y solo atinó a imitarlo.

Ambos corrieron por el jardín en dirección norte, sin un plan, solo debían salir del jardín pues algo allí estaba cazándolos. Atravesaron el centro del jardín, buscando quien los ayudara observando hacia el este. ¿Dónde estaba Julia esa noche? Se suponía que estaría en casa. No parecía haber nadie que pudiera socorrerlos, ningún tipo de señales de vida en las casas aledañas tampoco. Continuaron corriendo hacia la única opción que tenían, mientras la tierra se partía engullendo maceteros y esculturas de piedra como si fuera el terremoto de This Is The End.

Por un instante creyeron que lo lograrían, Bruno estaba listo para gritar el nombre de Martín, pero no podría ser tan simple. Varias raíces comenzaron a brotar en el camino con gran velocidad causando que ambos tropezaran rodando por el pasto, incorporándose con desesperación. A metros de la puerta de hierro que conectaba la casa del norte con el jardín, estaban rodeados. Sabían que serían presa fácil, la carne y la proyección astral eran lo mismo para esta nueva entidad. El temblor bajo sus pies sugirió que serían devorados como tantos otros, cuyos nombres son un secreto resguardado por los ancianos. Pero algo detuvo el ataque inminente, una figura salió de la puerta oeste, provocando que la tierra cediera… Un niño.




ESTE

Durante varias semanas luego de los eventos donde en una noche comprobó la existencia de la vida después de la muerte y volvió a estar en contacto con sus vecinos, Julia tuvo problemas para conciliar el sueño. Cada noche revivía escenas de aquél momento como si se hubiera tildado el botón de repetición en un video de YouTube. Y cada noche ella reaccionaba como youtuber posmoderno a cada momento con fingido entusiasmo, mientras patrocinaba marcas que nadie quería comprar. Era desde luego producto de su desdén por la era influencer y también una broma pesada de su subconsciente.

Julia sentía cierto desconsuelo ante la gran revelación. ¿Por qué podía ver a la niña, pero no a su abuela? ¿Quién decidía cuales espíritus podían manifestarse? ¿Era posible encontrar la razón por la que esto sucedía? ¿Podría usar esa fuerza o ese elemento para hablar con su abuela? Las preguntas aquejaban su mente, cada interrogante era un muro de arbustos frondoso a través del cual era imposible pasar, dejándola con la única opción de caminar sin saber el destino. Un laberinto imaginario donde eventualmente consiguió una revelación, un claro en medio de la incertidumbre vegetal. Había una entidad que podría darle esas respuestas…

Invocar a la niña no era una buena idea, Julia lo supo desde el primer momento en que enumeró las formas con las cuales podría contactarla. Nadie la había visto desde el incidente, pero sí a su pequeña ave dorada. Como un colibrí, había estado merodeando indómita sobre las flores de su jardín, en la parte Este de la propiedad. Entonces solo era cuestión de capturar el ave para atraer a su dueña, excepto que eso enfurecería a la aparición. También debía pensar como contenerla el tiempo suficiente para obtener respuestas y lograr calmarla sin salir herida o morir en el proceso.

Otra noche recorriendo sin éxito los corredores marcados por las preguntas, con ciertos brotes de claridad y leves revelaciones como pequeñas flores en las plantas. Espacios en blanco que le permitían recobrar el aliento luego de correr por inciertos lapsos temporales, buscando ese elemento que estaba eludiéndola. Lo presentía, como quien intenta recordar una palabra durante una conversación y no puede traerla a voluntad. Así de irritante era esta sensación.

Pero como dice el dicho: el que busca encuentra. La llegada de Julia al centro del laberinto barroco le hizo despertar. Una idea descabellada iluminaba el camino elegido por Julia, ahora solo tenía que trabajar en los detalles. ¿Cómo atrapar un espíritu? ¿Eran confiables las páginas de Reddit donde muchos juraban haberlo logrado? Ella sabía más y mejor que confiar en extraños. Lo sabía porque de chica una mujer muy tierna le había advertido sobre cruzarse con figuras en la noche y como salir de su radar sin ser notada. Estos eran cuentos, leyendas urbanas que recorrían los pasadizos del barrio, susurros provenientes de la ciudad.

Esa noche de viernes ella se dirigió hacia la casa en el oeste, donde el matrimonio que la cuidaba de chica aún residía. Para obtener respuestas. Se le ocurrió a Julia que estas personas sabían mucho más que todos en el lugar. Y quizás pudieran guiarla sobre cómo actuar con la niña. Entonces golpeó la puerta desde la calle, había detalles extraños en la fachada. No recordaba haberla visto tan venida a menos con varias grietas en el cemento. Pero recordaba el símbolo que colgaba de la puerta…

La amorosa mujer abrió la entrada y Julia ingresó rodeada de un silbido tétrico que atravesó la calle en ese instante. No tuvo que explicar su visita, la estaban esperando. Y mientras charlaban sobre nimiedades formales bajaron al sótano para encontrar algo perturbador. Este era el momento que Julia había presentido en sus sueños, era el corazón del laberinto. La respuesta con la forma de más preguntas. Pero tenía a quiénes podrían aclarar estos misterios como aliados. Entonces se acercó al profundo circulo de piedra tallado en el subsuelo de la casa y observó atentamente hasta que el abismo abrió los ojos para verla también.


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