3 de mayo de 2024

Cuando acecha la maldad

El tumulto alrededor de la manzana, le hizo abrir los ojos y ponerse en alerta. Había estado descansando por un tiempo indeterminado, pese a su juventud se sentían como años. Aquello que temía desde que nació, en especial desde que tomo consciencia de sí mismo, estaba despertando y consigo la cuenta regresiva comenzaba…


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Por Rodrigo Vega

Escuchá acá Puntos cardinales – Parte 1

OESTE

En un principio la niña lo visitaba en sus sueños, hasta la tarde en que Bastián cumplió «12 años», cuando lo esperó para jugar en el parque al atardecer. ¿Qué tenían de especial esos atardeceres en la propiedad como para levantar todo tipo de ánimas? Con ella se sentía seguro, donde otros gritarían hasta que sus mentes pudieran naturalizar estar frente a un muerto, él encontraba alivio, un espíritu afín. Al fin se manifestaba ese presentimiento que lo perseguía desde que podía recordar.

Desde el inicio de año se volvió un hábito jugar con ella, ambos corrían por los patios vacíos entre las casas, sus risas se oían como susurros en el viento de las calles aledañas, provocando escalofríos entre los transeúntes. Como si lo hubieran entrenado para algo, el albergaba en su memoria cada supuesto misterio que había ocurrido desde que los dueños originales partieron. Sus abuelos puntualmente y los abuelos de aquellos hijos únicos viviendo en cada extremo de la propiedad. Pero había sido depositado allí mientras dormía por la niña. Él se preguntaba si acaso sus vecinos recordaban estas verdades sobre las cuales retenía pequeñas piezas, como se recuerda un sueño.

Pero ese día trajo consigo una conmoción en el éter que dormitaba bajo la propiedad. Los cuatro hijos únicos estaban cerca uno del otro y lo suficientemente despiertos para iniciar el proceso. Mientras Martín investigaba que ocurría en la casa del este y Bruno jugaba con el perro en el parque, una persona estaba a punto de confrontar una parte clave del rompecabezas.

Julia había ido en busca de respuestas hacia la casa del matrimonio mayor esa tarde. Bastián podía sentirla como si tuviera un GPS y cada uno de sus vecinos fuera un dispositivo arrancado de las manos de una persona por ladrones sin rostro. Precisamente eso estaba por conocer.

Reconoció el peligro que acechaba en el sótano de los antiguos cuidadores de la propiedad y decidió que este era el momento para actuar. Ya no quedaba mucho tiempo antes que ellos regresaran. Y era necesario reunirlos a todos para contarles o, mejor aún, demostrarles. Cuando se disponía a salir en dirección al norte, sintió como temblaba el suelo, esas malditas defensas se habían activado sin reconocer que estaban a punto de matar dos seres de enorme importancia para sus amos.

Las hierbas estaban prestas a realizar un ataque letal, destrozando maceteros de piedra mientras Bruno y el perro demoraban lo inevitable. Por un instante pensaron que lo lograrían, pero entonces el perro aulló, emitiendo un chirrido desgarrador. Había sido alcanzado por una lanza. Su muslo derecho estaba envuelto por la planta, girando a través de la herida. De un modo inverosímil, parecía adherirse con firmeza al espíritu. Bruno no tuvo temor al lanzarse contra las raíces con la intención de romperlas y liberar al can. Lo intentó hasta sangrar sobre las ataduras, temiendo no poder lograrlo.

Tan pronto como Bastián puso un pie sobre el pasto se detuvieron. Mientras se retraían con cierta vergüenza que nadie podría adivinar excepto él, Bruno pudo reponerse junto al perro que comenzó a cicatrizar la herida. Su sorpresa fue mayor cuando lo reconoció, no solo era un amigo de la infancia, sino que tenía la misma edad desde la última vez que lo había visto 10 años atrás.

Era tan extraño como familiar volver a verse. Ambos conversaron sobre lo sucedido evitando entrar en detalles sobre lo imposible de los hechos. Porque de otro modo no habrían podido tener una conversación razonable en absoluto. El perro buscó jugar con el niño corriendo entre los escombros que habían quedado por todo el jardín, mientras Bruno se lavaba la sangre de las cortaduras por las hiedras y procedía a vendarse. Luego de estrecharse la mano en un gesto de reunión, fueron en dirección al norte.


NORTE

Martín salió de su casa para visitar a Julia, utilizando el parque como un atajo. Pensó que sería una sorpresa para ella hacer este tipo de cosas que eran habituales cuando todos vivían en la manzana y jugaban por la tarde, pero la puerta no abrió sin importar cuanto lo intentara, ni el amigable gato fantasma que lo acompañaba podía atravesarla. Eso no era posible, una señal de alerta recorrió su cuerpo, similar a los primeros encuentros con el felino… Algo más estaba sucediendo esa tarde.

Intentó por última vez abrir la puerta del jardín, asumiendo que tendría que dar toda la vuelta por la calle hasta la casa de Julia. Pero el picaporte de bronce giró frente a su mano sin necesidad de que lo tocara. Tres figuras emergieron entre una nube de polvo, Bruno, el perro y Bastián. Había varios interrogantes que cruzaron su mente, de tal modo que ni siquiera notó el estado deplorable del jardín. Pero ver al niño le brindaba cierto alivio, cómo si la respuesta a la pregunta definitiva que se había formulado sobre todos los sucesos recientes estuviera frente a él.

Quedaban pocos minutos antes de lo inevitable. Martín sentía el tiempo agotándose, como si fuera un pequeño muñeco de arena en el reloj, intentando mantenerse a flote. La sensación los asfixiaba también, mientras se ponía al corriente con sus amigos de la infancia. Con solo ver a Bastián a los ojos supo que Julia corría peligro. Pero no sabía por qué, solo prevalecía la energía amenazante. De un modo tan intenso que los vellos de todos se erizaron mientras ingresaban a la casa de los cuidadores.

Luego de descender al sótano, mientras sus pupilas se ajustaban, solo podían vislumbrar a Julia y los dueños de casa. Tres figuras inmóviles frente al círculo de… ¿piedra? ¿Cómo era posible? Semejante construcción, semejante detalle, semejante preparación. Los asustaba. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Para qué habían construido ese recipiente? ¿Qué deseaban contener allí? Estas eran las palabras adecuadas, volviendo todo más tétrico. Estaban a punto de conocer una verdad. Una que habían olvidado. Una verdad inevitable. Y lo sabían, por eso temblaron cuando lo vieron.

Allí estaban los dos, esos seres sin rostro. Esos entes del vacío que absorbían la luz dentro de sus capuchas. Eran el inicio de todo esto. Eran el punto cero y ellos habían recorrido un camino por años hasta este momento. Julia parecía exhausta, luego de intentar por todos los medios imaginables obtener respuestas. Ni siquiera había tenido tiempo de intimidarse ante la certeza de la vida después de esta vida. Otros tipos de vida en otros lugares donde la luz no puede intervenir.

Eventualmente comprendió que su abuela no estaba en el mismo plano del cual venían estos seres. Y desistió cayendo al piso agotada mientras Martín corrió para sostenerla. Bastián por otra parte no dudó un instante y paso frente a ellos para hablar con estos entes de una forma tan casual que parecía maduro. Y lo era, estaban frente a un joven de 21 años con la apariencia de un niño de 12. Al verlo todos se formularon por primera vez la misma pregunta: ¿dónde está nuestra familia?

Habían pasado años intentando recordar a su familia, hacer amigos, cursar una carrera… ¿Salir de casa? ¿Salir del barrio? ¿Alguna vez lo habían logrado? ¿O solo daban vueltas en círculos dentro de sus propiedades pensando que tenían vidas plenas fuera de la propiedad? Estas eran las verdades que necesitaban conocer. Y por ello Bastián había conseguido que los entes revelen la verdad a los herederos.

Era el momento. A 21 años del suceso que sumió en oscuridad esta parte de la ciudad. Martín/Norte, Bruno/Sur, Julia/Este y Bastián/Oeste; eran lo suficientemente fuertes para reclamar al vacío.

Todos se pararon en la posición correspondiente alrededor del círculo. En un estado de trance similar al que los condicionaba a diario. Mientras los cuidadores miraban con temor y resignación aquello que habían facilitado y cumplido con éxito: era el momento de ver a sus amos regresar. Puesto que el precio inicial había sido cancelado. Ahora su tiempo volvería a transcurrir, poniendo en funcionamiento cada reloj de las casas en la propiedad. El vacío de los entes engulló el espacio dentro del círculo, contenido por la fuerza conjunta de los herederos. Y a través del tiempo y el espacio podían escucharse gotas, siseos, susurros, quejidos y chasquidos. Mientras el barrio reforzaba la bruma que conciliaba sus misterios. Los pasos comenzaron a escucharse con mayor claridad hasta que ellos atravesaron el portal.


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