3 de mayo de 2024

No temas a la oscuridad

La niebla en el jardín, nada como su espesa y misteriosa composición para brindar un contexto a esta presencia. Su figura avanzaba sobre el césped, helando pequeños insectos en su camino, emitiendo sutiles ecos que erizaban la piel de quienes estaban despiertos en la manzana.


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Por Rodrigo Vega

Lamentos de otra dimensión, esparcidos como el rocío sobre el césped. Tétrico se dirigía en dirección al inicio y fin de todo su ciclo, la casa en el norte de la manzana… Martín estaba solo en la gran casa, durante una inquietante noche fresca sin luna. Su gata dormía, por ello le intrigó él maullido en el jardín. Amante de los felinos, por ese detalle que les muestra indiferentes a los deseos de sus amos, tan distintos a los perros.

Salió al patio para ver, curioso como siempre, intentó encender las luces, pero no funcionaron. Este pequeño detalle lo paralizó un instante, como si su subconsciente le cuestionara salir. Pero obstinado, se dijo a sí mismo: “no tengo por qué temer”, mientras ingresaba despacio a las penumbras.

Atribuyó varios ruidos al viento y a su imaginación las formas que las luces en la calle dibujaran sobre sus plantas. Recordó con una mueca escenas similares en películas de terror. ¿Pero cómo algo así, ficticio, sucedería en su patio?

Se detuvo en plena oscuridad, observando sigilosamente alrededor, como lo haría su gata. Las sombras jugaban a su alrededor sin tocarlo. Al cabo de 15 minutos que se sintieron eternos, decidió ingresar a su casa y continuar mirando una serie. “No hay ningún maullido”. Cerró la puerta, aunque por fuera se mantuviera calmo, puso la traba además del cerrojo y reanudó sus pensamientos. “Nada afuera. Nadie”.

Puso play a la serie en su notebook, logró reírse una vez antes de que el maullido volviera a escucharse. “¿Otra vez? ¿Será el viento?”. Se asomó por la ventana, calmo, reflexivo, no intentó volver a salir. Razonando que no tenía miedo, solo era una pérdida de tiempo volver a investigar. Daba igual realmente, el maullido venía desde dentro de la casa.

Se detuvo en plena oscuridad, observando sigilosamente alrededor, como lo haría su gata. Las sombras jugaban a su alrededor sin tocarlo.

Su gata despertó, sobresaltada, lo que hizo que su fachada despreocupada cediera. Imaginó algo simple: un gato entró cuando él salió al jardín. Seguramente el mismo que había estado maullando fuera. Solo debía encontrarlo y sacarlo. Nada raro. Nada más que una anécdota. Un simple felino, sí, eso debía ser. Y por lo tanto que las luces de su casa titilaran y se cortaran, era otra simple coincidencia.

Buscó su celular, encendió la linterna y vio su pulso alterado cuando el maullido comenzó a escuchar nuevamente, atravesando las paredes. El sonido irritante provenía de todas direcciones, lo escuchaba en las ventanas, desde el primer piso, debajo de las escaleras… “¿Qué mierda está pasando?”. Buscó un cuchillo, filoso, el favorito para cortar la carne. Él no dañaría a un animal, pero esto era muy extraño.

Se aventuró a buscar la causa del maullido en la oscuridad, mientras su gata se escurría por la ventana. “¿Debería llamar a alguien? No”. Recorrió la planta baja sin encontrar al animal, si eso era. Deseaba que eso fuera. Entonces subió a buscarle, aunque ya se había callado. “Nada”. Una pérdida de tiempo, sudor frío en vano. Bajó intrigado, seguramente fue un gato, tal vez estaba en un rincón donde se oía fuerte.

La electricidad regresó, no tuvo tiempo siquiera a observar si toda la cuadra había sido afectada, no le importó averiguarlo. Luego de unos minutos se disponía a tomar un café y mirar su serie favorita. Listo para dejar todo detrás, una muy buena anécdota. Pero The Witcher no tenía sonido y en su lugar el maullido emanaba de las bocas de los actores.

Temblando, marcó en su celular el número de la policía, no sabía qué diría pero alguien tenía que presenciar este suceso. Un oficial atendió su llamada y cuando Martín le comentó que sucedía, del otro lado comenzó a maullar. Pero eso no fue suficiente… Sintió que la lengua rasposa de un felino, subía por su oreja, probándole.

Su celular cayó y se quejó furioso al golpear el suelo, como un gato cuando lo molestan. Fue entonces cuando lo vio. Sobre el mesón de la cocina, algo distorsionaba la luz, una figura se movía con gracia. Las luces tintineaban, la tensión bajaba precedida por los maullidos. Esos malditos ruidos que alguna vez le causaron ternura en su gata. Tomó su celular observando de reojo la figura que se divisaba transparente, se dispuso a filmarlo para tener pruebas y convencerse.

Los nervios lo traicionaron, entorpeciendo su manejo del celular. La linterna se encendió brevemente, lo suficiente para que pudiera ver los ojos felinos refractando luz hacia él. El animal se sintió amenazado y parecía furioso, tanto que sus ojos comenzaron a emitir un tono rojizo. Una alerta para Martín, quien sudó frente a la idea del daño que podría provocarle, después de todo no era una criatura convencional.

Aun así intentó sobreponerse y mientras filmaba buscó ofrecerle un tazón con leche fresca. Razonando que a su gata esto le encantaba, no tuvo el mismo efecto: cuando se acercó unos centímetros más de la distancia razonable, la silueta se desplazó en su dirección y pudo divisar perfectamente sus colmillos listos para morderlo.

Ponzoña. El ardor era espantoso, una sensación como ser quemado por hielo corría por su mano, inflamando rápidamente la piel. Esto era lo que temía y estaba sucediendo. El animal no parecía dispuesto a soltarlo, determinado a desgarrar su carne. En su desesperación Martín tomó una sartén que tenía para lavar dispuesto a golpearlo, pero no fue necesario, su gata regresó furiosa a la cocina y atacó. La pelea entre los felinos causó un bajón de tensión en la casa, las figuras corrieron sobre los muebles amenazándose, hasta que el intruso escapó atravesando la puerta como lo que era, un espíritu.

Martín estaba más preocupado por su gata que por su mano deformada por la inflamación. Mientras examinaba que no estuviera herida, ella devolvió la gentileza lamiendo las heridas, como si tuviera el poder de curarlas, como si todos estuvieran conectados de alguna manera esa noche, como si esto fuera solo el comienzo… Y así era.

Escuchá «Episodio 1: LA FAMILIA (Maullido)» de #LosHorrores.


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